Este felino es el primero en recibir un dispositivo para enfermedades cardiacas. Lo lograron médicos del CES.
Todavía recuerdo la angustia de Clara Palacio, mi mamá, cuando me desmayé en el poyo de la cocina. Eran las 5 a.m. y me había dado hambre. Como todas las mañanas, fui a su cuarto y empecé a maullar. Hasta que no se para, no dejo de hacerlo. Llegamos a la cocina y mientras esperaba a que me sirviera, sentí que el mundo se desvanecía. Después me desperté y estaba en una clínica. Me habían hecho exámenes. Tengo una enfermedad llamada cardiomiopatia hipertrófica felina, típica de los gatos de mi raza, los Maine Coon.
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Desde ese día, empezó el estrés de mis papás por entender qué me estaba pasando. Lo primero que me dieron fueron pastillas y eso hizo que me sintiera muy mal. Cada vez que caminaba, daba cinco pasos y tenía que parar a coger alientos.
Luego empezaron los desmayos. Sentía como si me muriera: cada vez que me caía, mi corazón dejaba de latir. Podía salvarme si me ponían un marcapasos. Pero acá no había quién hiciera una cirugía así. Estaba la posibilidad de viajar a Estados Unidos. Pero valía mucha plata. En diciembre de 2019 llegó un día en el que dijeron que lo mejor era ponerme a dormir.
Mis papás lloraron acordándose cómo era cuando llegué a la casa: chiquito y cabezón.
Pero en medio de la angustia, apareció una esperanza. Un amigo de mis papás que es veterinario dijo que había un estudio que decía que si me cuidaban bien y me daban una droga podía vivir 600 días. Empezó la cruzada. Encontramos a Luis Andrés Vélez, cirujano cardiovascular de humanos del CES. Él tenía un marcapasos para mi. Se unió a la veterinaria María Adelaida Mejía y me salvaron la vida. Los dos juntaron un equipo médico que hizo la cirugía el pasado 23 de enero. Me fue muy bien, salí del quirófano a las 3:30 p.m. y a las 6 ya estaba comiendo. Tres días después estaba en mi casa.
Hoy soy feliz. Ya no me desmayo, aunque tengo que ir a chequeos constantes. No me canso y puedo jugar con Chester. Me encanta salir al balcón a ver el amanecer y mirar pajaritos. Me la paso jugando, comiendo y durmiendo. Y claro, me encanta la atención que estoy recibiendo. Poso feliz en las fotos. No en vano soy el primer gato con marcapasos en Colombia.
Por: Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]