Por: Juan Carlos Franco Señor, señora, señorita, ¿ha conocido usted pavimento más suave, más exquisito que el de la Loma de ISA luego de que los resonadores fueran eliminados? Caramba, subir o bajar por esta loma se volvió un placer casi sensual… Bueno, no es para menos, luego de años y años de soportar la obra más estúpida que haya conocido Medellín, ejemplo nacional de ignorancia, despilfarro y mediocridad administrativa.
En esta columna estamos de fiesta, pues era uno de nuestros principales caballitos de batalla. También lo estarán, seguramente, los cientos de habitantes y trabajadores que 24 horas al día tenían que aguantar ese ruido sin sentido, superior en decibeles y en capacidad de molestia a cualquier otro que las autoridades controlan con ahínco en diferentes zonas de la ciudad.
Sin duda, de un momento a otro les aumentó la calidad de vida y, por qué no, les devolvió valorización a sus propiedades. Falta ver si los resaltos que van a instalar sí cumplen la función de rebajar las velocidades de subida y bajada de los vehículos.
Y, estimado Secretario de Tránsito, si lo que se pretende es rebajar el riesgo de vehículos perdiendo los frenos al bajar y causando accidentes lamentables, empecemos por limitar o prohibir la circulación de camiones y volquetas (y posiblemente buses grandes): Que sólo puedan subir por ahí, pero que no puedan bajar, que den la vuelta por la Loma del Tesoro, de pendiente mucho más suave.
Es evidente que la probabilidad de que un vehículo pesado pierda los frenos es mayor que la de un vehículo liviano. Y las consecuencias de un accidente serían muchísimo más graves. En fin, temas de reflexión para las autoridades de tránsito, a ver si con este impulso se nos van volviendo coherentes.
Ahora, no hay que olvidar que este tema se resolvió más por la insistencia de la comunidad, que por el sentido común y benevolencia de la administración. Hubo que reunir miles de firmas exigiendo una solución, como si la simple observación del pésimo funcionamiento de la “obra” no fuera suficiente evidencia. Pero esos ya son detalles, lo importante es que se logró.
De manera similar hay otros casos en los que debemos seguir insistiendo, ojalá desde el mismo diseño de las obras, para evitar que nos metan gato por liebre y terminemos pagando mucho más (en dinero, incomodidad y riesgos) por una obra barata que por una más costosa pero bien hecha. Es que un mandatario urgido de obras fácilmente sacrifica calidad por cantidad, creando costosos problemas para que sus sucesores resuelvan y sus gobernados padezcan.
Así ocurrió con la doble calzada de Las Palmas: Desoyendo los consejos y la opinión experta, el Gobernador anterior apretó el acelerador, ahorró dinero en diseño y ejecución y alcanzó a inaugurar para luego proseguir su carrera política. Y el actual ha tenido que invertirle cantidades enormes simplemente para que la obra deje de ser peligro de muerte para los resignados usuarios.
Pero sí estamos a tiempo para influir de alguna manera positiva en las importantes obras que se adelantarán por valorización en El Poblado. Confiamos en la Junta de Representantes de la Comunidad para aumentar la probabilidad de que sí se hagan las obras prioritarias, de que sí se diseñen y ejecuten bien (sin falsos ahorros) y, por supuesto, ¡de que sí valoricen los predios!
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