/ Gustavo Arango
Cada uno tiene su manera de interesarse en los libros que lee. Los premios no me convencen demasiado. Las famas muy unánimes me parecen sospechosas. A los que se promocionan escandalizando los mando pa’l Vallejo. Me convencen unas líneas leídas de paso. Una reseña seria. Una sinopsis afortunada.
Fue justo una sinopsis lo que me condujo a leer Blink (Parpadeo), el segundo libro de Malcolm Gladwell. Tres semanas más tarde, ya agoté lo que ha publicado y espero impaciente a que salga su próximo libro, David y Goliath. Parpadeo nos dice que muchos de nuestros procesos mentales son rápidos y poco racionales. Olvidaba decir que Gladwell escribe libros de divulgación científica donde combina disciplinas como la psicología, la sociología y los estudios culturales. Parpadeo comienza contándonos la historia del museo que compró una escultura falsificada. Los científicos hicieron todas las pruebas para certificar la autenticidad. Los documentos que acompañaban la escultura eran persuasivos. Así que el museo decidió ignorar las corazonadas de algunos expertos invitados a apreciar la escultura antes de la exposición. Para Gladwell no existen las corazonadas o la percepción extrasensorial; lo que ocurre es que el cerebro desarrolla, en fracciones de segundo, operaciones muy complejas. El libro se dedica a lo que ocurre cuando tenemos una primera impresión. Recurre a expertos en diversas disciplinas, enseña a conocer y utilizar esa herramienta. Después de leerlo uno empieza a percibir micro-gestos en todos lados.
En Outliers (no sé cómo traducirlo, digamos ‘Los que se destacan’), Gladwell explora las circunstancias de las personas excepcionales. ¿Por qué los Beatles o Bill Gates o Steve Jobs llegaron donde llegaron? Las explicaciones son complejas pero claras. Influye el momento en que nacieron (los magos de la tecnología nacieron entre 1954 y 1956 y eran unos jovencitos cuando se popularizó el uso de los computadores), influye la cultura (hay un capítulo donde el complejo de inferioridad de los colombianos ayuda a explicar un par de accidentes aéreos de Avianca), el cociente intelectual no es suficiente (hace falta saber relacionarse), influyen las historias familiares e influye, muchísimo, la dedicación.
Gladwell no reclama como propios los hallazgos, pero los reúne en libros que se leen como novelas de aventuras. En The Tipping Point (El Punto de quiebre), estudia las epidemias para explicar cómo un hecho aislado puede llegar a ser un fenómeno de masas. Si de divulgar se trata, todo indica que es cuestión de llegarles a tres tipos de personas: los que tienen muchos contactos, los que saben mucho del tema y aquellos a quienes el resto quiere imitar. También explica por qué algo tan simple como un vidrio roto puede alentar una conducta criminal.
A Gladwell le encantan las cifras para explicar. Tres son los segundos que necesitamos para formarnos una opinión, siete son las cosas que podemos recordar sin mucho esfuerzo (por eso los teléfonos tienen siete números), ciento cincuenta es el máximo de personas con quienes podemos tener relaciones significativas y diez mil son las horas que es preciso dedicarle a un oficio para poder hacerlo bien. Si no hubieran tocado cincuenta horas semanales en bares de mala muerte, nunca habríamos oído de los Beatles.
Oneonta, agosto de 2012
[email protected]