Del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto, un análisis sobre una escultura del Cementerio San Pedro y algún concepto sobre “masculinidad rígida y despiadada”.
En la foto llora una mujer. O bueno, la representación escultórica de una mujer tallada en mármol. El detalle en la escultura es minucioso al punto que cuesta creer que se trata de piedra: el encaje de la mantilla que le cubre la cabeza y cae, orgánicamente; los pliegues en la ropa, la mano, los nudillos de la mano, las líneas de los nudillos de la mano, el pañuelo sostenido entre la pinza de los dedos desplegados como un cuenco.
Pero no vamos hablar de plástica sino de símbolos: quien llora es una mujer, digo. Y atrás, en lo que se intuye como una columna central del mausoleo, se alcanza a leer que allí yace un muerto “a la edad de 24 años” y que la figura de la mujer postrada y adolorida representa a su madre. Pero, ¿y el padre? ¿Por qué no está? ¿Por qué no lo llora? Seguro que sí, aunque en silencio, escondido, sin que nadie lo vea, porque así les correspondía –¿aún les corresponde?– a los hombres, para quienes ha estado vedado y prohibido todo un espectro de emociones que, según las reglas de una masculinidad rígida y despiadada, son femeninas –y en ello, desde luego, hay desprecio–.
Llora lágrimas de piedra la estatua de la mujer. Pero de piedra también son quienes no pueden llorar al descubierto.
Por: Biblioteca Pública Piloto de Medellín Esteban Duperly