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La Fundación MarViva sensibiliza a consumidores, restaurantes, supermercados, distribuidores, autoridades y pescadores a partir de cuatro criterios:
- ¿Qué estamos comiendo? ¿En los supermercados o restaurantes nos suministran la especie (róbalo, pargo, corvina, etcétera) que anuncian, o es otra especie cuya textura y color son parecidos? Si todos preguntamos y, por qué no, algunos más atrevidos solicitamos pruebas de que lo que nos indican es lo que estamos adquiriendo, se logrará que restaurantes, supermercados y distribuidores se informen mejor.
- Los peces se reproducen luego de que alcanzan su talla de madurez, por lo tanto, no deberíamos consumir pescado que no se haya reproducido al menos una vez en su vida, es decir, cuya talla esté por debajo de la de madurez para su especie. Por ejemplo, el pargo lunarejo del Pacífico, que suele venderse como “pargo platero” servido frito con arroz y patacón, es seguramente un animal juvenil, si su longitud total no sobrepasa los 34 cm.
- Algunas especies no deberían ser objeto de consumo, pues están amenazadas o en peligro de extinción, entre ellas el mero guasa. Ser responsable implica no consumir estas especies y exigir que sean eliminadas de los menús de los restaurantes.
- Deberíamos poder exigir a los establecimientos que tengan programas de trazabilidad, no solo en términos de calidad, sino también ambientales, sobre lo que consumimos. ¿El pescado tuvo la cadena de frío necesaria? ¿Proviene de nuestras costas?, ¿proviene de la pesca ilegal?, ¿proviene de grandes barcos industriales que con sus artes de pesca de arrastre arrasan con la vida en el fondo marino? o ¿el pescado que comemos beneficia al pescador artesanal colombiano?
MarViva tiene una app disponible para Apple y Android, en la que el consumidor puede consultar las tallas de madurez y nivel de amenaza de las especies de pescado de mar más comercializadas en el país.
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