Juzgamos por las apariencias, pero todo en ella, desde el atuendo hasta la actitud corporal, parece hablarnos de lo que hoy llamamos empoderamiento.
Zeitgeist es uno de esos términos que solo significan algo preciso en el idioma original en el que existen. Como razliubit, que en ruso es el sentimiento agridulce que acompaña al desamor. Todos lo hemos sentido, aunque para explicarlo tengamos que dar un rodeo de imprecisiones.
Pero volvamos al zeitgeist. Es un sustantivo del alemán que no tiene traducción a otras lenguas, o por lo menos no al español. Para intentar explicarlo hay que entrar en vaguedades y simbolismos: significa el espíritu del tiempo. O el espíritu de los tiempos, mejor. Es un cierto clima mental y cultural; el lado del péndulo hacia el cual se inclina a veces el pensamiento colectivo y que, con suerte, empujará a la humanidad hacia adelante.
¿Y cuál es, o en qué consiste el zeitgeist actual? ¿Qué vientos soplan hoy? Lo femenino. Desde que el mundo es mundo nos han pedido que creamos en ello, pero apenas desde hace algunos meses –y a partir de revelaciones que nos sacudieron– parece que estamos realmente dispuestos a hacer el esfuerzo de considerarlo.
La foto sobre estas líneas es el retrato de una mujer llamada Bety Álvarez, tomado en Medellín en 1927. Por supuesto juzgamos meramente por las apariencias, pero todo en ella, desde el atuendo hasta la actitud corporal, parece hablarnos de lo que hoy llamamos –no sé si con permiso de la RAE– empoderamiento. O para decirlo mejor: el poder de lo femenino. Las conversaciones y reflexiones que el feminismo nos plantea hoy está comenzando a definir el zeitgeist de esta era. Y más vale estar a la altura del espíritu de nuestro tiempo.