Ángel es un sello que se ha transmitido en cuatro generaciones en el ámbito de la joyería local. Mauricio conoce el negocio hace 38 años. El cliente cambia, la promesa no.
Ángel Ángel, el abuelo, puso hace 40 años la primera piedra más que de una empresa o una marca, de una forma de hacer las cosas. Le siguió Ángel María, luego Mauricio y la línea va en Juanita, siempre con el trabajo a mano y la honestidad como expresiones comunes.
Mauricio en su taller de joyería Joyangel, ubicado en el edificio Colmena, ha atendido centenares de clientes y ha visto la transformación del mercado, antes compuesto por parejas que querían afirmar su compromiso con un anillo y elegir luego una argolla como símbolo de eternidad. “Hoy además tenemos uniones libres y vínculos entre personas del mismo sexo. El caso es el amor. Y ya no solo son argollas, hay quienes se quieren diferenciar de los demás y expresar su relación con pulseras, cadenas, relojes. Pero el caso es el amor, es lo importante”.
Honestidad es uno de los valores que quieren expresar con la marca. Y salta la duda: ¿Hay colegas que no la profesan? “En el gremio se ve de todo. Pero al margen del gremio, fue la primera lección y exigencia de mi abuelo hace 40 años: trabajar con honestidad, con ética en la labor, en los materiales, en la custodia, en los avalúos y en la discreción por los bienes del cliente”.
Lo expresa en su taller a la vista para el visitante y mediante atención personalizada, además con extensión a su hija Juanita, de Joyas Juanita Ángel, la cuarta generación: “Ella, las nuevas tendencias; yo, lo clásico”, dice, sin negarse a las alternativas presentes: una app para que el cliente inspire su propio diseño y la próxima implementación del modelo 3D.
Los tiempos cambian, el mercado ya vimos, pero la esencia está firme: “Tengo un compromiso con el apellido, nos buscan por ser Ángel, es un peso que debemos saber llevar”.
Por: Juan Felipe Quintero