Hoy, 800 millones de personas tienen hambre en el mundo. No por falta de comida en el planeta, sino por el desperdicio y la inequidad en el acceso a ésta. Por ejemplo, en Latinoamérica y el Caribe “se pierden o desperdician hasta 127 millones de toneladas de comida al año, suficientes para satisfacer las necesidades alimenticias de 300 millones de personas”, según el BID.
Aunque tengamos muy buenas intenciones, la comida se pierde, en gran parte, a causa de nuestros malos hábitos: pidiendo platos con alimentos que no nos vamos a comer (ojo a la lechuga de decoración), comprando más comida de la que vamos a consumir. También los restaurantes y los supermercados desperdician comida que está en buen estado, por temas de “salubridad”.
Sin embargo, en el mundo ya hay ejemplos de cosas que se pueden hacer para frenar el desperdicio; es el caso de Dinamarca, donde gobierno, ONGs y sociedad civil trabajan unidos por esta causa. Allí se abrió WeFood, un supermercado que vende productos con algún “defecto” en el empaque o que estén a punto de caducar. También se creó la aplicación Too Good to Go, en la que se puede pedir comida fresca y en buen estado de lugares que no la vendieron y, en vez de botarla, la comercializan a través de esta app. ¿Nos animamos a hacer algo parecido aquí?