Visionarios de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín escogieron los terrenos de la hacienda Las Playas para construir el campo de aviación que inició operaciones en 1933.
Por Juan C. Posada S.
“Yo me acuerdo…” decían los abuelos contando historias interminables de cómo era Medellín en su juventud y de lo que sus antepasados se acordaban de sus días.
A principios y mediados del siglo pasado, maravillados con los adelantos de la ciencia y las comunicaciones, que desde la Colonia poco habían cambiado, la frase era “pasamos de la mula al avión”. Llegaban a la ciudad la luz eléctrica, la radio, las vitrolas, los primeros automóviles, el ferrocarril, el tranvía, el comercio, la moda, los zapatos, y muchas otras cosas, que como los espejos que traía Colón y asustaban a los aborígenes, maravillaban a los pocos habitantes de la Villa de la Candelaria.
Es así como visionarios antioqueños de la Sociedad de Mejoras Públicas, Ricardo Olano, Joaquín Jaramillo Sierra y Gonzalo Mejía, escogieron, mirando desde los diferentes cerros tutelares del valle, los terrenos de la hacienda Las Playas, para construir el campo de aviación que inició operaciones en 1933.
En 1947, dos años después de la Segunda Guerra Mundial, las pistas del llamado aeropuerto Olaya Herrera, en honor al señor Enrique Olaya Herrera, presidente de Colombia desde el 7 de agosto de 1930 al 7 de agosto de 1934, fueron ampliadas y se hizo una gran reinauguración. El arzobispo de Medellín en esos días, Joaquín García Benítez, bendijo las renovadas pistas, desde las cuales salieron ese año 612 viajeros.
Desde este aeródromo se embarcaba entre otros productos, café para exportaciones a Estados Unidos y Europa.