Los jóvenes de hoy no pueden creer, ni se imaginan, la importancia de la carrera Junín en la vida de quienes tuvimos la fortuna de frecuentar el centro de la ciudad en el siglo pasado.
Por Juan C. Posada S.
El programa más delicioso era salir a “juniniar”. Acostumbrábamos los sábados a ir a matiné de las tres y luego a recorrer la carrera Junín, desde La Playa hasta el parque Bolívar, no una, sino muchas veces, en “barras” de hasta quince personas. Junín era el punto de encuentro de todos los jóvenes de Medellín y también de los menos jóvenes, pues los señores se paraban en la puerta del Club Unión a “ver pasar muchachas” y en los balcones y ventanas de las residencias que aún había en el Junín de esa época, se aposentaban las señoras con el mismo fin.
Además de desfilar y de encontrarse con los amigos, en aquella vida sencilla y provinciana era también una diversión salir a mirar vitrinas y eso se podía hacer hasta altas horas de la noche sin ningún peligro. No había muchos almacenes con vitrinas atractivas, estaban: el Salón Oriental, Norka, Sandra, el almacén de Juan Olano, Fabela, el Buen Tono, Parisina, La Primavera y pocos más.
Tomado del libro Retrato de una vida, de Beatriz Saldarriaga, refiriéndose a los años cuarenta y cincuenta en Medellín.