Almorzando en La Perseverancia

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Mi talante nunca ha sido descrestar con lujosas experiencias y si bien algunas veces he caído en la tentación de comentar sobre lugares de reconocido prestigio, gozo más escribiendo sobre recónditos lugares campesinos, pequeños negocios urbanos y humildes cocineras de playas y veredas, cuya excelente sazón me permite recomendar a mis lectores sus preparaciones.

Dicho lo anterior, en más de una ocasión he manifestado mi afición por sentarme en comedores populares de plazas de mercado. Durante más de 5 años desayuné sin falta, todos los lunes, en la plaza de Envigado. Conozco en aromas y sabores todas las plazas de nuestra ciudad, y en Colombia he disfrutado los comedores de reconocidas plazas populares en más de docena y media de ciudades.. Pero me faltaba una, sobre la cual había oído hablar durante muchos años: la plaza de La Perseverancia en Bogotá.

Sin lugar a dudas La Perseverancia es uno de los barrios más “chirriados” de la capital. No se trata de un chirriado aristocrático, sino del chirriado auténticamente popular, en el mejor sentido de la palabra. Hoy en día, el Centro Internacional Tequendama, el Museo Nacional, la Plaza de Toros Santamaría y las famosas Torres del Parque o Torres de Salmona colindan o pertenecen a este barrio, razón por la cual allí conviven políticos, artistas, académicos, altos ejecutivos e intelectuales con familias de artesanos, comerciantes menores, fontaneros, pintores de brocha gorda, policías, maestros de escuela, tinterillos, taxistas y tenderos, todos amantes de la cerveza y asiduos visitantes de esta plaza. En otras palabras, La Perseverancia es un barrio con entrañable vida de barrio y su plaza de mercado un sitio de vital importancia.

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Pues bien, hostigada de cocina fusión y de cocina de autor mi afición de comensal de plaza se hizo manifiesta cuando entré a la galería en donde funciona un comedor de clásica arquitectura, con impecable disposición de sus cocinas y deslumbrante colorido en sus mesas. De igual manera, la amabilidad de sus cocineras, su conspicua clientela y su indescriptible oferta culinaria alborotaron mi apetito apasionadamente. Me tuve que contener. Los vahos de las soperas eran mágicos y observando detalladamente cada fogón, lo que cada nueva cocinera me ofrecía me parecía insuperable. Finalmente caí prendada en un cuchuco de espinazo como sopa y un pollo sudado acompañado de auyama y arvejas como seco. Me regodeé como hacía mucho tiempo no lo hacía y salí absolutamente satisfecha. Con lágrimas escondidas evoqué la mejor invitación gastronómica que mi finado amigo Alberto Vasco me hizo hace muchos años en Barcelona.. Él, conociendo mis aficiones, me llevó a almorzar a La Boquería, donde Pinocho, y allí entre coteros y Jet Set catalán degusté lo mejor de la cocina popular española..

En La Perseverancia degusté lo mejor de la cocina popular bogotana y me atrevo a recomendar este lugar en la capital, para quienes gustan de las aventuras del sabor y no se les vinagra la comida con la mezcla espontánea de las clases sociales.


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