Jugando Fútbol con chanclas

Una de las más originales salidas de este (des) gobierno Petro es la idea de eliminar el requisito de hablar – o al menos conocer medianamente – un segundo idioma para aspirar al servicio diplomático.

Según este insólito punto de vista, exigir inglés a un potencial embajador ante el Reino Unido, o bueno, también ante Polonia, Japón, Australia, Suecia o Kenia es una medida discriminatoria, que excluye – desde hace 200 años, nos dirán – a un porcentaje importante de la población.

Como afirma Petro, llegó el momento de permitir que también el hijo de un campesino pueda acceder a un cargo diplomático en el exterior.

De nuevo aparece esa lectura simplista, superficial y casi siempre despistada de las situaciones, esa tendencia casi infantil de inventar y aplicar “soluciones” que, lejos de resolver un problema, lo profundizan y de paso generan otros nuevos. Aún peores.

Eliminar el requisito de hablar otro idioma, con el propósito declarado de eliminar desigualdades, termina creciéndolas. Por tratar de nivelar la cancha entre algunos colombianos, termina inclinándola. Solo que esta vez, lo hace en contra de todos los colombianos.

El terreno diplomático es vital para un país. De cierta forma, es equivalente a un Mundial de Fútbol en el que todo el tiempo estamos disputando partidos contra expertos sagaces de otros países, esos sí, diplomáticos de carrera.

Para cada partido se necesita preparación, estrategia, entrenamiento y una capacidad enorme de leer las intenciones de la contraparte para reaccionar rápido, hacer goles – económicos, políticos, culturales, militares – y evitar que nos los hagan.

En el servicio diplomático no todo es asistir a cócteles o conferencias en las que, supongamos, habría un traductor simultáneo (cada vez menos, pues se da por sentado que, mínimo, todos hablan inglés).

Un embajador está en una competencia permanente por aumentar la reputación del país. Por atraer inversiones, asistencia, talento y turismo. No pueden ser simples espectadores, sino protagonistas activos.

Un embajador necesita experiencia, astucia, navegar con inteligencia la historia y la cultura del país al que llega. No puede llegar como un lisiado verbal, viendo cómo todos se ríen del chiste y él/ella esperando a que alguien le traduzca. Vergonzoso.

Hay que saber leer al otro país. Hay que estar al tanto de lo que se dice y cómo se dice, no se puede depender de las traducciones, que fácilmente pasan por alto los múltiples matices que puede tener una declaración.

Rebajar los requisitos en algo tan básico como hablar otro idioma es conceder, de entrada, un autogol en todos los partidos. Es como si enviáramos a nuestros futbolistas a jugar el Mundial sin guayos porque el presidente decidió reemplazarlos por chanclas.

Que son un calzado que sí representa la dignidad de nuestro pueblo y sus “saberes” ancestrales. Que no hacen el juego a la codicia esclavista de las multinacionales de guayos, pues están al alcance de todos los sectores sociales. Tarde o temprano convenceremos a otros equipos de que también jueguen fútbol con chanclas.

Sí, claro… Good luck!

- Publicidad -

Más contenido similar

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -