“Doctora, pasé de la sala a la cocina y se me olvidó a qué iba…”. Así empezó Carlos, de 35 años, arquitecto. Llegó entre risas, pero con cara de “esto no me había pasado antes”. Y no estaba solo. Ese “limbo mental” que parece inofensivo es, muchas veces, la primera señal de que el cuerpo está agotado.
Carlos también se sentía cansado todo el día, dormía mal, había perdido fuerza muscular y —como me dijo en voz baja— “la libido ya no es como antes”. Encima, la calvicie avanzaba sin tregua. “Será la edad”, decía. Pero, en medicina funcional sabemos que la edad biológica y la cronológica no siempre van de la mano.
¿Qué tienen que ver los olvidos con todo eso?
Mucho. Esa “paloma mental” puede ser la punta del iceberg de un desequilibrio hormonal, con frecuencia asociado al agotamiento de las glándulas suprarrenales. Estas pequeñas glándulas, ubicadas sobre los riñones, producen cortisol, DHEA y adrenalina, regulan el estrés, el sueño, el deseo, la energía e incluso el cabello.
Cuando vives a mil por hora —trabajo, familia, pantallas, poco descanso y cero pausas— tus suprarrenales pasan de “modo guerrero” a “modo agotamiento”. ¿El resultado?
- Te despiertas cansado.
- Se te olvida lo que ibas a hacer.
- No duermes bien.
- Pierdes masa muscular.
- Baja la libido.
- El pelo se cae.
- Todo te da pereza.
Envejecimiento no es solo arrugas
En medicina funcional entendemos el envejecimiento como la pérdida progresiva de funciones clave: memoria, deseo, fuerza y sueño reparador. Y muchas están influidas por las hormonas del eje suprarrenal-gonadal.
En hombres como Carlos, la caída de la DHEA y la testosterona activa una cascada: menos músculo, más grasa abdominal, insomnio, cambios de ánimo y baja autoestima. Y sí, el deseo sexual también cae.
La buena noticia: sí hay solución
- Dormir es medicina: apaga pantallas a las 9:00 p. m. y duerme antes de la medianoche. Cada hora antes de las 12:00 a. m. regenera más que después.
- Desayuna con intención: incluye proteínas y grasas saludables: huevos, aguacate, frutos secos. No sobrevivas con solo café y pan.
- Haz pausas reales: cada 2 horas respira, sal, mira al cielo. Tu sistema nervioso lo agradecerá.
- Activa tus músculos: entrena fuerza, 2–3 veces por semana. No necesitas gimnasio, solo constancia.
- Considera adaptógenos: ashwagandha, maca o rodiola pueden ser útiles. Pero si los síntomas persisten, evalúa DHEA, cortisol y testosterona con exámenes.
- Sol, el regulador olvidado: sal a tomar el sol antes de las 9:00 a. m. o después de las 5:00 p. m. Estimula tu melatonina, tu sueño y tu eje hormonal.
- Gratitud y conexión: medicina real: ser agradecido y conectar aumenta la oxitocina, que calma el cortisol. Si puedes, abraza, besa o haz el amor. ¡Funciona!
Tres meses después…
Carlos volvió. “Doctora, ya no me quedo en blanco frente a la nevera. Duermo como un bebé, volví al gimnasio y… mi esposa dice que hasta hablo con más ánimo”. Así funciona el autocuidado: cuando tu cuerpo se equilibra, tu vida cambia.
Moraleja masculina:
Si cada vez olvidas a qué entraste a la cocina, quizás no es la edad… es tu cuerpo pidiendo una pausa. Cuida tus pilas internas, y tu memoria, tu energía y tu deseo volverán a brillar. Tal vez incluso un mechón rebelde se resista a jubilarse.