Camilo sabe ser papá

Estoy sentada en la isla que hay en el centro de la cocina de mi casa, al frente tengo un ventanal delgado horizontal cubierto por las invasivas ramas, hojas y flores de una thunbergia morada, que dejan que la luz las atraviese con genuina belleza, como sabe ser la naturaleza.

Lee todas las columnas de Marcela Mosquera aquí.

Escribo frente al computador portátil mientras Elvis Antonio, nuestro gato de 13 años, se empeña en que mis brazos sean su almohada, sin importar el movimiento de mis dedos sobre las teclas.

Dentro de poco, Camilo llegará a la casa, y quiero terminar este texto para que lo lea, trato de recordar en mi memoria fragmentos de nuestra correspondencia, algo que no hemos dejado de hacer, así vivamos juntos hace casi 10 años.

Cada año suelo escribirle algo por estos días de junio, porque hay hombres con auténtica convicción de ser padres, y él es uno de ellos.

Únase aquí a nuestro canal de WhatsApp y reciba toda la información de El Poblado y Medellín >>

Siento profunda admiración por ese rol, al igual que por las madres; pero en Camilo hay una especial determinación: es padre de 6 hijos, y logra serpentear una vida atravesada por los afectos, aparentemente, aligerada de peso; creo que sucede así por su capacidad de amar y dejar que sus hijos sean libres, sin esperar nada a cambio, con la esperanza de que sean, al igual que el colegio que fundó hace poco, seres sabios, sensibles, fuertes, justos, autónomos y ecuánimes. Seguro que su amplia experiencia por diferentes modelos educativos con sus hijos lo llevó a consolidar estas virtudes como su ideal de un ciudadano íntegro.

Camilo tiene casi 66 años, su primera hija la tuvo a los 22 años, la nombró Diana, la cazadora, como la deidad romana. Cuando su hija tenía 5 años le grabó cassettes leyendo cuentos infantiles mientras viajaba de Colombia a Japón, en barco por el océano Pacífico (y los marineros le pedían que les leyera a ellos también). Para festejar los 15 años de Diana hizo con ella un viaje de un mes en carro por pueblitos de ciudades europeas; y a los 18 la dejó viviendo sola en Paris, sabiendo que su vida era, desde ese momento, ya su entera responsabilidad, pero sin soltar ese hilo indeleble y eterno que es el amor de un padre con un hijo.

Le puede interesar: Mayo: transformación y regeneración

Soltar, creo que esa es su gran conquista sobre esta vida. Camilo ama a sus hijos desde las entrañas, llora con sus tristezas, y también con sus alegrías, sufre con sus sufrimientos y vuelve una y otra vez a ese abrazo que es eterno con cada uno de ellos. Camilo sabe ser papá, a su manera, tal vez por eso es educador. Claramente sabe enamorar, sabe paternar, una expresión que uso por primera vez, porque siempre había pensado en el rol materno y esa conexión profunda con el vientre de la madre. Y pocas veces había reflexionado antes sobre esa conexión con el padre, que creo es una que se construye durante la vida, pues en nuestra sociedad un padre es autoridad, norma, distancia, y el contacto físico de un abrazo es casi esquivo. Pero, en Camilo veo los abrazos con sus hijos, tan potentes como el abrazo de una madre.

Ser padre, qué es ser padre, no es proveer, es tal vez, acompañar. Y este hombre ha aprehendido a acompañar soltando, porque amar es dejar ser.

Lea: La práctica, un camino personal

Feliz día del padre Guri, creo que esta es mi mejor carta del año para ti.

Acabo de poner el punto final, Elvis se levanta de mis brazos, porque escucha el motor de la moto de Camilo, quien acaba de llegar del colegio. Para él también, un gatico, este humano a quien le escribo, es su padre.

- Publicidad -

Más contenido similar

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -