Hace pocos días me tomé un café con Adriana Cooper, la directora de Vivir en El Poblado. Nos encontramos en la sede del periódico para conversar sobre la vida, sobre el proceso que va construyendo en su nuevo papel y sobre lo que podría ser esta, mi columna en Vivir en El Poblado, para hablar inicialmente sobre los libros que me gustaría recomendar, que otras personas podrían interesarse en leer o quizá desistir de él.
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Luego de esta conversación, y un bello mutuo acuerdo para iniciar este espacio, regresé caminando a casa con mi perrita y pensando qué debería decir en un primer momento, cómo debería iniciar este espacio, esta también fue la invitación que me dejó Adriana y, de inmediato, se me vino a la cabeza un autor que he leído mucho en los últimos años, y que justo en este 2025, en agosto, se cumplen 20 años de haber muerto, Jorge Mario Varlotta Levrero o como decidió ponerse en las portadas de sus libros, Mario Levrero, uno de los escritores uruguayos más relevantes de los últimos tiempos. Pero, ¿por qué traer a Levrero a este relato? No lo hago solo por recordar su conmemoración de aniversario de muerte, lo hago porque en mi intensa búsqueda sobre su obra encontré que odiaba los prólogos o usando sus palabras:
“Era impedir al lector descubrir por sí mismo qué es lo que se siente ante determinados pasajes o ver por sí mismo cómo va evolucionando la trama”.
Justo eso fue lo que contó Fernanda Trías, paradójicamente, en el prólogo que hizo para la edición del libro de cuentos de Mario Levrero, La máquina de pensar en Gladys, publicado por Laguna Libros. Levrero fue editor y podría decirse que maestro de Fernanda Trías y en ese prólogo deja clara su relación, la importancia de este escritor y entender mejor también porque Mario Levrero odiaba los prólogos.
Este es mi prólogo que no es un prólogo, aquí entre líneas me gustaría que se acercaran a la obra de Mario Levrero, también a la de Fernanda Trías y quizá que me lean un poco en este espacio, que se abre para que yo les pueda contar, si me lo permiten, lo que voy leyendo, porque así tengamos en nuestras manos el mismo libro, la misma edición, esa donde el nombre del autor o autora está de un color y el nombre del libro de otro, vamos a leer un libro distinto.