En mi oficina dicen que soy “el correo más rápido del Oeste”. Para algunos es una burla y para otros una crítica porque, en pleno año 2025, sigo usando con respeto ese arcaico y ya jubilado invento de 1971 al que llamamos correo electrónico. ¡Tiene 54 años!, ¿una edad próxima a la pensión?
Lo uso por muchas razones y no solo lo uso, lo defiendo. Lo pongo, como medio de comunicación, por encima del vertiginoso Whatsapp y lo comparo con algo muy útil para las emergencias y los momentos de amor: una corta llamada de tres minutos. Sin embargo, este comportamiento pareciera ser escandaloso. Casi una aberración.
¿Y por qué lo defiendo? Tal vez el argumento se reduzca a una sola explicación: el correo electrónico tiene unos tiempos distintos y unas pausas musicales lejanas a las de la famosa mensajería instantánea.
Voy a hacer unas preguntas para que nos pongamos en forma. Si sacamos los correos publicitarios, ¿suelen recibir correos electrónicos con videos o audios de seis minutos provenientes de personas que ustedes ni siquiera conocen y que, para colmo de males, no se presentan?, ¿han sentido alguna vez presión y ansiedad en el centro del corazón porque alguien no les responde un correo electrónico media hora después de enviado?, ¿miran ustedes el correo electrónico cada 10 minutos?, a consciencia, ¿escriben ustedes correos electrónicos a cualquier hora del día o de la noche?, ¿pelean ustedes cada Navidad vía correo electrónico con su familia?.
Ahora, los invito a que vuelvan a leer esta pregunta y respondan: ¿les ha pasado todo esto con Whatsapp? La mensajería instantánea genera asuntos, casi macabros, que un correo electrónico no. La necesidad de responder de inmediato o de confirmar si se ha recibido un mensaje, produce ansiedad.
La sobrecarga de mensajes y la dificultad para abandonar grupos no deseados, angustia. Las presiones de los grupos familiares y de trabajo, se vuelven a veces insoportables. La mensajería instantánea genera mucho más rápido dependencia tecnológica.
¡Ojo! No es que WhatsApp, Telegram y sus otros semejantes no sirvan. También los uso. Solo que el correo electrónico me genera menos presiones e incluso, cuando lo uso, tengo menos problemas sociales porque antes de responder pienso, respiro y no tengo la presión de lo inmediato.
Sí, yo sé que ver la bandeja de entrada llena de mensajes también genera ansiedad… Pero, con el correo electrónico, pocas veces llueve sobre mojado. Nunca he leído un correo electrónico de vuelta que diga: “Me dejaste en visto”. Hasta las tusas se pasan mejor cuando uno se enamora a punta de epístolas digitales en e-mail.
Tal vez mi defensa del correo electrónico no sea más que un símbolo para decir: calma, pausa, existen otras formas. Como bien lo dice esa canción de la Sonora Ponceña que es casi un himno para mi vida: “Se caerá, (y duro) / Todo el que intente correr / Si no aprendió caminando / Seguro que se vuelve a caer”.