Las etiquetas NO nos definen

Desde muy pequeños nacemos en un mundo de etiquetas. Recién estamos empezando nuestra vida, y los adultos con la información que tienen, empiezan a tener y formar juicios como: “Ese bebé tan flaquito”, “ese bebé es muy dormilón”, y así sucesivamente. En este momento, comienza nuestra vida de etiquetas. 

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Una vez que empezamos a pasar los primeros años de vida y empezamos a tener más consciencia, empiezan nuevas etiquetas como: “Ese niño es muy necio”, “ese niño es muy perezoso”, “ese niño come mucho”, etc, etc.; y claro, desde allí empiezan a fabricarse en nosotros pequeños traumas y, nuestra mente empieza a asociar que dichas etiquetas son reales y que, por ende, las mismas definen nuestra personalidad.

Ese niño que creció escuchando a todos los adultos y que ha recopilado en su ser todas las etiquetas que fue recolectando a lo largo de su vida, incluyendo las de sus padres en la que le decían, por ejemplo, “que es un niño muy necio”, va a empezar a entrar a la pre-adolescencia y adolescencia creyendo firmemente en esa etiqueta y dará todo por hacerla realidad y, cuando algo suceda dirá “es que yo soy muy necio, desde ‘chiquito’ soy así”.

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Ojo, no estoy poniendo a los adultos como unos villanos conscientes de generar traumas en un niño; por el contrario, esos adultos también crecieron y se educaron bajo ese contexto. Como dicen por ahí, “hacen lo que pueden con la información que tienen”; sin embargo, hoy los adultos, cada vez, tenemos más información y herramientas para reconocer que, primero esas etiquetas (las que nos pusieron de niños) no nos definen y que se pueden ajustar con un trabajo acompañado.

Además, podemos educar a nuestros hijos y a los niños de las generaciones futuras, desmarcándose de dichas etiquetas, no podemos dejar que los comportamientos definan a una persona. Y menos aún, no podemos justificar nuestras actuaciones con base en las etiquetas que nos han impuesto, no solo nuestros padres, adultos y demás, sino la sociedad misma. Por ejemplo, “es que los hombres no lloran”.

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Dichas etiquetas también se ven reflejadas en nuestra salud mental y, especialmente, cuando nos diagnostican una condición, como por ejemplo: “eres depresivo”, “eres ansioso”, “tienes TDA”, entre otros. En uno de los últimos episodios de Tenemos que Hablar, conversamos con un escritor llamado Juan Mosquera, quien afirmó que una condición no te define”. Y es cierto, uno no es ansiedad, uno no es depresión

Así que, el llamado va en doble vía. En primer lugar, a ser responsables con las etiquetas que le ponemos a las demás personas, especialmente a nuestros hijos. Y, en segundo lugar, a que seamos conscientes que las etiquetas con las que hemos crecido, no nos definen, y que las mismas pueden ser trabajadas con herramientas y acompañamiento

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