En mayo de 2012 el alcalde Aníbal Gaviria le daba una gran noticia a la ciudad; la carrera 80 iba a contar con un tranvía similar al que para aquella época aún se construía en la zona centro oriental de Medellín. Júbilo y emoción se sintieron por todos los rincones de la ciudad. La Alcaldía había dicho que el costo de esa obra iba a ser del orden de 1.8 billones de pesos y que para su construcción el Municipio se comprometía a aportar 300.000 millones de pesos provenientes de la venta de la participación de EPM en UNE. La Nación aportaría el restante 70% del costo.
El proyecto comenzó a caminar porque se contaba con el compromiso que había asumido la Ministra de transporte. El Alcalde viendo el interés del Gobierno Nacional en apoyar el tranvía le dio instrucciones al Metro de comenzar el estudio inicial del proyecto.
Todo iba marchando muy bien, los diseños avanzaban, el compromiso del Gobierno Nacional era evidente y disponíamos también de un importante aporte del Municipio de Medellín. Hasta que llegaron las elecciones presidenciales.
Algunos me tildarán de fundamentalista por lo que voy a decir, pero lo menciono porque me consta. Terminando mi periodo como Senador de la República, escuché en la comisión primera del Senado que el presidente Santos, en una cena con algunos parlamentarios luego de la segunda vuelta presidencial, dijo que había quedado muy molesto con los resultados electorales de Medellín y que nos fuéramos olvidando del aporte de la Nación para el tranvía. Por quedar bien, el Gobierno le achacó la negativa de los recursos para este proyecto al Ministro de Hacienda.
En campaña a la Alcaldía, el actual alcalde y yo como candidatos nos comprometimos en sacar adelante el proyecto del tranvía de la 80. Como sabía que no iba a haber aportes de la Nación y que los 300.000 millones reservados para la construcción del tranvía se habían destinado a la construcción del cable de la zona noroccidental (que no entiendo porqué al final terminaron asignando la mitad) planteé una financiación diferente. En primer lugar, la construcción de la infraestructura del tranvía, que incluiría los intercambios viales de la 80, se haría con recursos del municipio provenientes de la participación en plusvalía; y la construcción de las terminales, como complejos también comerciales, y la operación del tranvía se harían a través de una APP (Alianza Público-Privada).
Hoy el alcalde Federico Gutiérrez plantea una fórmula de financiación diferente, que consistiría en un aporte de 600.000 millones de pesos provenientes de la venta de la participación de las acciones de EPM en ISAGEN y de una APP, de la cual aún no tenemos los detalles, ya que en el Plan de Desarrollo aprobado estos días por el Concejo Municipal no se ahonda en la materia. También ha dicho la Administración Municipal que se haría por etapas, por lo cual solo se comprometería a construir la primera fase que iría desde Caribe hasta la estación Floresta del Metro. Esta etapa estaría por el orden de los 1.2 billones de pesos.
Antes de iniciar el proceso de contratación del tranvía, recomiendo que se haga un estudio bien detallado del proyecto evaluando la viabilidad financiera de la operación de esa primera fase; revisando los costos de su construcción y no debería descartarse del todo, la opción del monorriel o la del BRT (Bus Rapid Transit) o metroplús. Hay que hacerlo bien, ya que para el tranvía de Ayacucho se calcularon 90.000 pasajeros/día y solo moviliza hoy 12.000, con posibilidad de llegar solo a los 20.000 cuando entren en operación los dos cables. Seguramente por esa razón, terminará este generando un déficit en su operación que deberá asumir necesariamente el Municipio de Medellín con sus propios recursos.