Siento que estamos viviendo un momento en la historia donde hay un llamado a ser auténticos, a ser y a mostrarnos como realmente somos; sin máscaras ni pretensiones.
Lo vemos en las nuevas carreras, especializaciones y oportunidades de trabajo que se han abierto. Cada día más personas están compartiendo su creatividad, su visión y sus dones únicos, alejándose del deber-ser. Lo vemos en el número de personas que han salido a compartir que son gays, lesbianas, bisexuales o transgénero. Lo vemos en ciudadanos migrando a otros países, formando familias con personas de otras culturas, razas e historia. Cada uno siguiendo lo que sabe que es la verdad de sus creencias, perspectivas y deseos.
Aunque pienso que este llamado es más fuerte ahora, el poder de la autenticidad ha sido reconocido por sabios, filósofos y estudiosos a través de la historia. Hace casi 700 años la santa, Catalina de Siena, dijo “sé quién Dios quiso que fueras y prenderás fuego al mundo”. Carl Jung dijo “El privilegio de una vida es convertirte en quien realmente eres”. Hoy más que nunca tenemos la oportunidad de experimentar la libertad y la felicidad de ser quien somos y la maravilla de ver la transformación que nuestra autenticidad genera.
Para poder vivir de una manera auténtica primero debemos enfrentar el miedo al juicio y al rechazo de otros. Es el miedo a perder la conexión con los que amamos lo que nos mantiene prisioneros detrás de aquellas máscaras de falsedad donde vive la vergüenza. Por esta razón creo que junto al llamado a la autenticidad hay un llamado a la compasión y a la aceptación.
Creo que el regalo más precioso que me han dado en la vida ha sido poder mostrarme tal y como soy, con todas mis fortalezas, bellezas, miedos, debilidades y vergüenzas, y aun así recibir la aceptación y amor de otro. Cada uno de nosotros puede ofrecer este regalo divino a quienes nos rodean. En vez de juzgar, criticar y rechazar a otro porque es diferente, podemos buscar entender su experiencia, aceptarle y ofrecerle amor incondicional. Lo más seguro es que al darle permiso de ser quien son, automáticamente nos damos permiso de ser quien realmente somos.
“Un llamado universal a la autenticidad para algunos, es al mismo tiempo, un llamado universal al amor para aquellos que nos acompañan a través de los momentos de disyunción y desesperación en la vida”: Joan Chrittister.
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