¿La repetición de la repetidera?

¿Cuántas alertas globales se han lanzado ya sobre la gravedad de la degradación de los ecosistemas? ¿Cuánta más evidencia hay que poner sobre la mesa para que se comprenda que la relación entre la humanidad (la sociedad, la cultura, la economía…) y el resto de la naturaleza es, en últimas, asimétrica, pues requerimos de los sistemas de soporte de la vida para cualquier tipo de desarrollo (material, espiritual, intelectual, etc.) mientras que el resto de la naturaleza podría continuar sin ningún inconveniente en nuestra ausencia? Desde luego hay excepciones, pero pareciera que, en general, como sociedad global –y nacional y local– no les prestamos suficiente atención a las alarmas… o que nos acostumbramos a su estruendo. No se trata únicamente de seguir señalando los problemas, claro, sino también de mostrar los caminos posibles para solucionarlos. Sin embargo, el inconveniente no ha sido la falta de propuestas, sino la debilidad de las reacciones. 

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Recientemente fue lanzado el Informe Planeta Vivo 2024: Un sistema en peligro. Según este informe de la WWF, que se realiza cada dos años, «todos los indicadores del estado de la naturaleza a escala mundial muestran un declive». Para combatir este problema, el informe habla de cuatro transformaciones clave que pasan por cambiar y mejorar las estrategias de conservación e implican cambios sustanciales en el sistema financiero, el sistema energético, y el sistema alimentario. También hace poco fue publicada la traducción al español del libro La Tierra para todos: Una guía de supervivencia para la humanidad, presentado en Colombia dentro del marco del VI Foro Mundial de Low Carbon City. Este libro, fruto del esfuerzo de científicos y economistas, examina diversas vías de transformación hacia una sociedad sostenible.  Con base en herramientas de la dinámica de sistemas se plantean también unas transformaciones clave para orientar el desarrollo hacia un modelo sostenible, regenerativo. El reporte coincide con el de la WWF en la urgencia de transformar los sistemas energético, alimentario y financiero (en este último ámbito se abordan separadamente los campos de la pobreza y la desigualdad) y, adicionalmente, enfatiza en el empoderamiento femenino como una estrategia impostergable (lo cual no solo es un imperativo ético por sí mismo, sino que, además, genera efectos positivos en muchos otros aspectos de la sostenibilidad). ¿Qué tanto cambiamos (personas, empresas, colegios, universidades, gobiernos) frente a las recomendaciones que informes como estos –y que son muchos– nos entregan? Las mayores transformaciones se esperan, sobre todo, de quienes tienen más poder, pero los esfuerzos de cambio deben venir desde todas partes. 

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De la COP16 surgirán también rutas de acción y compromisos para cuidar nuestro planeta y tener la posibilidad de disfrutar de todos los beneficios que la naturaleza –que también somos– nos ofrece. Tal vez no se diga nada radicalmente nuevo. Quizás sea «la repetición de la repetidera». No importa. Mientras sea necesario que los mensajes se reiteren, que así se haga… hasta que de verdad se escuchen y lo que deje de repetirse sea la inacción.

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