Me había trazado el propósito de que en 2024 no escribiría más sobre este nefasto gobierno encabezado por un personaje cada día más delirante, pero debo confesar que no lo logré.
¿Qué pasó? Que leí en estos días reportes sobre lo que ha perdido Ecopetrol en solo dos años. Y después algunas columnas sobre la tormenta perfecta que se nos avecina -desastre simultáneo en casi todos los frentes- y me sentí incapaz de no escribir sobre la confianza.
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La confianza que se ha perdido, que no valoramos lo importante que era hasta que se fue, y que ya no volverá por muchos años. A no ser que Colombia dé algún viraje urgente y drástico, y que luego mantenga la seriedad y el rumbo fijo durante varios años más. Poco probable, aunque no imposible.
Dentro de 22 meses habrá terminado por fin este cuatrienio despreciable. Pero claro, eso solo si el país recupera la cordura y concluye que la izquierda lo ha hecho todo para no merecer jamás otro período.
Porque este gobierno se ha dedicado de lleno a la destrucción sistemática del país, bajo las premisas simplistas de que todo estaba muy mal y que todo nos lo habíamos robado. Y que el solo hecho de dejar atrás “200 años de dominio de las oligarquías” iba a resolver los problemas, en particular para las clases populares.
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Destruir. Perturbar. Estropear. Sublevar. Enturbiar. Frustrar. Corromper. Resultó que ese era el único plan, expresado en diferentes verbos. Nunca existió, es evidente hoy, ningún plan alternativo serio, bien intencionado y sustentado en realidades, que pretendiera mejorar lo existente. Pura espuma.
Lo de Ecopetrol es quizá lo peor: una empresa fuerte, hasta hace dos años, bien manejada, generadora de confianza y admiración internacional, produciendo consistentemente resultados extraordinarios para beneficio de todos los colombianos, se está marchitando ante nuestros ojos. A este paso ya no generará riqueza sino pobreza, como si PDVSA fuera su modelo.
Por pura estupidez, por pura ignorancia disfrazada, pronto importaremos gas costoso, y luego petróleo. Pronto pagaremos más por la deuda externa, pronto no tendremos con qué seguir construyendo infraestructura, pronto los pobres serán más pobres. Sin olvidar que acceder a servicios de salud de calidad será una verdadera pesadilla.
A este presidente, a sus ministros, a sus funcionarios más importantes, no les alcanzará la vida -que la tengan bien larga, ojalá- para reflexionar y pedir perdón por el daño inconmensurable que le dejarán a Colombia.
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Sin embargo, lo que tomará no uno sino varios gobiernos, es recuperar esa confianza que todos, colombianos y extranjeros, teníamos en que este país, con sus limitaciones, era relativamente serio. Pobre y desigual, pero confiable. Avanzando lento, pero al menos hacia adelante. Con gente muy bien preparada y con ganas de hacer la tarea.
Hoy retrocedimos, estamos dejando de ser un país confiable para el mundo y para nosotros mismos, pero en el Gobierno creen que avanzamos.
¡Otra alucinación más!