La hora de la democracia

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Las redes sociales son, por descontado, la herramienta de comunicación política más efectiva actualmente. TikTok, por ejemplo, cuenta con importantes figuras políticas que interactúan, más que comunicarse, con las audiencias de votantes más jóvenes o que usan esta plataforma. Emmanuel Macron, con cerca de 4.6 millones de seguidores, podrá estar celebrando hoy un vuelco electoral que llevó a la derrota a Marine Le Pen ayer. Ahora bien, nada distinto ocurrió en la región, en Venezuela, con la transmisión en simultáneo de las marchas en apoyo a María Corina Machado quien pareciese ser la virtual primera mujer presidente de Venezuela, o al menos estar tras la candidatura ganadora para las próximas elecciones presidenciales en el vecino país. 

Podría seguir enumerando ejemplos: Trump vs. Biden en Estados Unidos; VOX, el PP y Podemos en España y así sucesivamente. Sin embargo, aún en latitudes opuestas, estos escenarios tienen un denominador común que me llama poderosamente la atención y me lleva a preguntarme: ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Cómo están incorporándose la tecnología a los procesos políticos y electorales? ¿Qué no estamos viendo? 

La masificación del voto electrónico o el E-voting está a la vuelta de la esquina. En Colombia, la Mesa de Observación Electoral presentó su octavo informe a la Comisión Nacional para la Coordinación y Seguimiento de los Procesos Electorales, señalando las oportunidades que tiene todavía la implementación de procesos electorales con apoyo de la tecnología para el sufragio. Si bien es un inicio y aún queda mucho camino por recorrer antes de tener el voto al alcance de un clic en el país. Sin embargo, en el mundo, desde la década de los 2000 se aplica esta modalidad. En el 2005 Estonia dio el paso a este modelo y en el 2023 estrenó su primera jornada votación mayoritariamente digital para las elecciones al parlamento nacional, en esta oportunidad el 51 % de las personas registraron su voto a través de internet, según el portal smartmatic. 

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Países como Brasil, México, Noruega, India, y Turquía han tenido un porcentaje digital en sus procesos electorales, logrando que personas que viven en zonas remotas o que presentan limitaciones por cualquier razón (cuidadores, personas en situación de discapacidad, adultos mayores) puedan hacer su aporte a la democracia y ejercer su derecho al voto. 

Aún citando casos de éxito, los riesgos que existen en lo concerniente a la ciberseguridad, la compra de votos, la transparencia del escrutinio y el anafabetismo digital o el simple fallo del sistema que se implemente en cada país, siguen latentes y antes de dar un paso tan definitivo hay varios puntos que demandan especial atención. Por otro lado, el E-voting o voto electrónico es solo la punta del iceberg. 

Según el Proyecto ACE (Proyecto sobre Administración y Costo de Elecciones), una red de Conocimiento Electoral citada por el Foro Económico Mundial, nuevas tecnologías se están incorporando en el registro de electores; la regulación de los partidos y candidatos;  la logística y administración electoral. En todo este proceso la responsabilidad estatal juega un papel determinante, pues antes de dar el paso al uso masivo de estas tecnologías en los Estados, los Gobiernos deben avanzar en su regulación, apoyándose en robustos sistemas de seguridad para tener trazabilidad, en tiempo real, de la eficiencia, pertinencia y sostenibilidad del proceso, pero, sobretodo, poder garantizar que realmente genere un beneficio para para la población y la democracia, masificando su alcance y cubriendo desde Punta Gallinas hasta Leticia. 

No deja de ser apasionante estar, como votantes y espectadores, viendo el cambio acelerado de la política electoral, donde un mitin político no termina en La Alpujarra o en la Plaza de Bolívar, sino que un colombiano en París o en Australia puede participar de los procesos electorales, desde el debate hasta el sufragio, a través de una pantalla. 

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La etimología de la palabra es asertiva y fulminante. La palabra democracia viene del griego “demos”, pueblo y poder “kratos”. En este escenario y con la tecnología como plataforma, la democracia nunca había tenido tanta oportunidad para democratizarse, de entregar el “kratos” o “poder” directamente a una masa formada en opinión y empoderada para decidir sobre el futuro que más le conviene a cada país. La democracia nunca había tenido tanta oportunidad para democratizarse.

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