Según las estadísticas globales, la esperanza de vida promedio es de 72 años. Es decir, yo, con mis 42 años, ya he vivido más de la mitad de mi vida, y esto me pone inquieto. ¿Cuál será mi fecha de caducidad? Me he propuesto investigar dos misterios de la longevidad y compartirlos aquí.
Cuenta la leyenda que, en la Isla de Pascua, cuando la gente enfermaba, eran llevados al cráter de un volcán y, milagrosamente, se recuperaban. Los habitantes de Rapa Nui, como se le conoce a esta isla en lengua nativa, conocían el poder de este sitio sagrado y acudían a él para ser protegidos, curados y bendecidos. Gracias a este conocimiento ancestral, ahora contamos con una molécula milagrosa para la longevidad: la rapamicina. Esta molécula actúa como regulador del crecimiento y, según su dosis, puede ayudar a que el cuerpo no rechace un trasplante de corazón, detener el crecimiento del cáncer, estimular el sistema inmune y activar mecanismos de reciclaje celular, gasto de reservas energéticas y eliminación de toxinas, y la regeneración celular. El resultado es un aumento significativo de la expectativa de vida. Los suelos del cráter de este volcán, donde las condiciones únicas permitieron a una bacteria desarrollar y segregar rapamicina, fueron redescubiertos por la ciencia moderna en una expedición para revelar el gran misterio curativo del volcán de Rapa Nui.
En Okinawa existe otro misterio de longevidad que sus habitantes descubrieron, y gracias a esto, parte de su población son centenarios: personas que viven más de cien años en buena salud. Este misterio no es exclusivo de la isla japonesa. Las “zonas azules”, como se les conoce a los lugares que concentran centenarios, están dispersas por todo el mundo, desde Centroamérica hasta Asia, pasando por el Mediterráneo y Norteamérica. En los últimos años, las zonas azules han sido estudiadas para conocer el secreto de su longevidad, y la alimentación adecuada es un común denominador. En estas zonas, la comida es local, fresca y conserva tradiciones gastronómicas relacionadas con la fermentación, impactando positivamente el microbioma y fomentando la salud del eje intestino-cerebro, un sistema vital para el bienestar y la longevidad.
Sin embargo, el descubrimiento más importante no se limita únicamente a la alimentación; esta es solo una pieza del rompecabezas. Para que la salud holística se manifieste plenamente en el cuerpo, se necesitan otros estímulos más allá de los nutrientes que ingerimos. Los “alimentos primarios”, como se les denomina, son actividades esenciales para que la salud florezca. Estas herramientas para la longevidad incluyen el movimiento, el sueño de calidad, las relaciones con las personas y con el entorno natural, la espiritualidad y los rituales.
Reflexionando sobre estas enseñanzas, comprendo que la longevidad no solo consiste en añadir más años a la vida, sino en vivir esos años con calidad. La longevidad no es un destino final, sino un viaje en el que cada decisión y acción cuenta. Adoptar prácticas ancestrales como los alimentos primarios o abrirnos a las maravillas de la naturaleza, como el suelo sanador de Rapa Nui, puede influir en nuestra propia fecha de caducidad.