Caminando por Masterdent, una empresa dedicada a la fabricación de piezas dentales en la ciudad de Medellín, nos saludó efusivamente Juan Carlitos (como él mismo se hace llamar). Su rostro se iluminaba cuando iba contando, palabra a palabra, lo que significaba para él tener esta oportunidad. A su vez, mi corazón se encogía, pues no podía entender casi nada de lo que nos decía; pero, por fortuna, Mónica, la gerente de Producción, nos iba narrando lo que Juan Carlitos decía con la misma luminosidad y solvencia en las señas.
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Me sentí chiquitico por no poder responder con el gesto o la señal adecuada para expresar lo emocionado que me sentía con su historia. También, me sentí con una mayor responsabilidad al saberme oyente y no oír suficientes historias como esta. Sentí que la voz se debe alzar para visibilizar personas que, como lo dice Juan Salazar, gerente de Masterdent, cambiaron su vida.
Qué tal si, como lo hace el gerente de Masterdent, pensamos que las empresas juegan un papel crucial no solo en la economía, sino en la configuración de normas culturales y éticas. La inclusión de personas con discapacidades, tanto físicas como neurodiversas, se destaca como un área donde muchas empresas aún pueden hacer grandes progresos. No se trata solo de cumplir con las leyes o de mejorar sus indicadores de responsabilidad social; es una oportunidad para enriquecer el tejido mismo de nuestra cultura corporativa y, por extensión, de nuestra sociedad.
Primero, consideremos la realidad actual: muchas personas con discapacidades enfrentan barreras significativas en el lugar de trabajo, desde infraestructuras inaccesibles hasta prejuicios sobre sus capacidades. Sin embargo, las empresas que abordan estos desafíos no solo están actuando éticamente, sino que también están cosechando beneficios tangibles como lo muestran algunos estudios como el del Center for Talent Innovation, que encontró que las empresas líderes en inclusión son dos veces más propensas a ser innovadoras, demostrando cómo una cultura inclusiva contribuye directamente al impulso creativo.
Además, según el Job Accommodation Network, la mayoría de los empleadores reportan beneficios económicos directos al proporcionar adaptaciones para empleados con discapacidades, incluyendo un aumento en la productividad y la retención de valiosos empleados, traducido en una reducción en los costos de entrenamiento y seguridad, además de un entorno laboral más estable y comprometido.
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Así nos podemos quedar hablando de beneficios que salen en estudios de Accenture y McKinsey y muchas otras que reportan mejoras en la productividad, aumento en el valor de las acciones, mayor compromiso de los empleados. Y sí, los estudios están muy bien, pero son las acciones, esos empujones decididos que debemos hacer en las empresas, en las ciudades, para vivir todos en armonía, en verdadera comunidad.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de ser vocales y activos en la promoción de la inclusión. Las empresas, como fractales de la sociedad, tienen el poder y la obligación de liderar este cambio y es hora de que abran sus puertas no solo físicamente, sino también cultural y emocionalmente para crear un entorno donde todos tengamos la oportunidad de prosperar y que así, se empoderen como líderes en el futuro de los negocios con las posibilidades que la diversidad trae consigo.
En una camiseta de las que hacen en ese estudio de diseño maravilloso, La Casa de Carlota, lleno de personas fantásticas, neurodiversas, creativas y divertidas, leí una frase que decía: “Diversidad es que te inviten a la fiesta, inclusión es que te saquen a bailar”. Espero que cuando te saquen a bailar no esté sonando la canción del sonero mayor, Ismael Rivera, “quítate de la vía Perico, que ahí viene el tren, si yo llego a saber que Perico era sordo yo paro el tren”. Qué no nos atropelle el tren de la indiferencia, no nos hagamos más los sordos y como dice el profesor Nouman Ashraf, de la universidad de Rotman, “que la diversidad esté por defecto y la inclusión por diseño”.
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