El actual es un momento crítico: democracias debilitadas, corrupción rampante, guerras despiadadas, grandes desigualdades… y, para acabar de ajustar, una alarmante crisis ecológica. Si bien es cierto que hay tendencias positivas en la sociedad, también hay razones de peso para decir que la trayectoria de desarrollo actual es insostenible.
A pesar de que el progreso tecnológico nos ha ayudado (y tiene el potencial de seguir ayudándonos) a enfrentar diferentes problemas, se echa mucho de menos un mayor desarrollo de la conciencia humana, de tal manera que podamos relacionarnos mejor entre nosotros y con el resto de la naturaleza. Pero ¿cómo desarrollarla? Conocemos la respuesta: por medio de la educación. En las reflexiones kantianas sobre pedagogía aparece la idea de que “la naturaleza humana se desenvolverá cada vez mejor por la educación” y que “aquí se descubre la perspectiva de una dicha futura para la especie humana”. ¿No es esto algo muy bello y esperanzador?
La educación y la sostenibilidad se hermanan en su búsqueda de una mejor humanidad. Sin educación es imposible concebir la transformación social y tecnológica que plantea la sostenibilidad, pero –hay que decirlo enfáticamente– no cualquier tipo de educación contribuye a un mundo más sostenible. Si la educación se orienta hacia el adoctrinamiento y no hacia la libertad; si los valores que nos guían nos preparan más para competir que para cooperar y nos invitan a aislarnos en lugar de unirnos; y si no educamos para concebirnos también como seres ecológicos y no solo como seres sociales, la educación va a ser parte del problema y no de la solución. Una de las acciones más efectivas para lograr una educación para la sostenibilidad es el fortalecimiento de las capacidades docentes en estos temas. Con el conocimiento especializado que se genera y circula en las universidades pueden, desde todas las disciplinas, hacerse contribuciones significativas al alivio de los dolores del presente.
En la Universidad EAFIT estamos en la recta final de un proyecto financiado por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) en el que desarrollamos un curso virtual para docentes universitarios en educación para la sostenibilidad. La respuesta de más de trescientos participantes de Latinoamérica fue muy positiva. Ahora estamos comenzando un nuevo proyecto financiado por la Comisión Europea, en el que, junto a otras nueve universidades latinoamericanas y cuatro europeas, buscamos que la comunidad docente aborde más decididamente los problemas contemporáneos desde la perspectiva de la sostenibilidad. El nombre corto de este proyecto es ACT4SDGs, y se deriva de la necesidad de actuar por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El propósito no es sumar adeptos irreflexivos al discurso de la sostenibilidad, sino lograr que los temas propuestos por los ODS se reflejen en los currículos y se discutan y se problematicen en las experiencias de aprendizaje.
En EAFIT y en muchas otras universidades de la región y del país veo un potencial enorme en la comunidad docente. Admiro a mis colegas y estoy seguro de que, con su sabiduría, podemos avanzar significativamente hacia una sociedad más feliz y mejor conectada con el mundo ecológico que también somos.