En la mesa, la pregunta esta semana es sobre las motivaciones: ¿por qué somos o noscomportamos de forma solidaria, generosa y filantrópica? Por supuesto hay técnicas y estrategias para estimular dichas acciones, pero ¿qué motiva realmente a las empresas y alas personas a donar? Conversando nos fuimos dando cuenta de que el asunto es muchomás profundo de lo que habíamos pensado.
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En ocasiones la motivación no surge por circunstancias extremas, sino que ocurre en la cotidianidad y en la intimidad, lo que no excluye que también hay situaciones que nos ponen al límite, como los desastres naturales, las guerras, las enfermedades, que surten un efecto contundente en nuestra experiencia y nos mueven a participar, con nuestros recursos, en formas de aliviar los impactos negativos que generan.
Entendemos que la solidaridad, la generosidad y la filantropía son elementos distintos de un mismo conjunto. La solidaridad tiene lugar cuando adherimos a causas o intereses ajenos; la generosidad se orienta a la actitud desinteresada de ayudar; la filantropía, por su parte, se ocupa de velar por lo que es bueno para un amplio colectivo. El común denominador parece ser algo relacionado con dar, que implica una acción voluntaria en beneficio de otro. Quizá, inclusive, podemos ser más concretos, sí que hay motivaciones tangibles para ser solidarios, generosos y filántropos: retribuir a la sociedad, dejar legados, aportar a la resolución de problemas sociales que nos preocupan, recibir beneficios tributarios, invertir en el bienestar colectivo; pero hay una, tal vez pequeña, que no solemos considerar: imaginar la situación
del otro, que nos implica y nos motiva a participar en las soluciones.
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La imaginación es una de las habilidades superiores de nuestra condición humana, puede ponerse en marcha incluso sin estímulos externos. Aunque tenemos una fuerte confianza en nuestros sentidos porque podemos formarnos ideas, juicios y planes, la imaginación no se sostiene solamente en ellos y nos permite crear mundos que experimentamos, aun físicamente.
Acaso imaginar sea el motor primero para adelantar acciones que podrían resultar enigmáticas o extrañas: ¿acercarnos a la experiencia de un desconocido?, ¿apoyar instituciones que no visito con frecuencia ¿sentir cercanía con historias recién conocidas? Entender esto hace que la pregunta por las motivaciones para donar se agrande y sea más compleja, porque tal vez la imaginación es solamente uno de los motores de las acciones solidarias, pero es, sin duda, uno poderoso. Y es claro en la mesa de conversación que sí que podemos invitar y gestionar, pero las razones por las que las personas están dispuestas a dar son muy amplias y, sin duda, siempre desafían nuestras ideas iniciales.