Sus platos son símbolo de una vida que se ha sabido nutrir con esfuerzo y experimentación, con la expresión plena a través de distintas técnicas.
Su andadura pareciera que no tuviera puertas que se cierran. Él, a lo largo de sus más de noventa años, ha llevado una vida de plenitud en el arte y por el arte. Esa fuerza interior se ha expresado de múltiples formas y ahora lo hace desde sus platos en cerámica, en los que dibujos y pinturas resaltan, a veces con vivos colores, otras, con sutiles matices.
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Esas cerámicas del maestro Aníbal Gil ahora se exponen en Casa Tragaluz. Son 93 piezas que saben envolver al espectador que observa con cuidado. Esa voz que emana de ellas conmueve. En medio de su sencillez hay algo profundo, esencial.
Para quienes se han acercado a la vida del maestro Gil y han conocido su obra en sus grabados, óleos, dibujos, acuarelas, esculturas, murales y vitrales, no deja de sorprender este nuevo paso del artista. Su hija Eulalia recuerda que durante la pandemia comenzó este trabajo. Al final de los años cincuenta él realizó algunas cerámicas, tres o cuatro platos que se quedaron como una experiencia en puntos suspensivos. La quietud de los días del encierro le permitió pensar de nuevo en ellos, y sus tres hijas lo animaron a continuar esa obra inconclusa.
Durante la presentación de la exposición, en conversación con el también artista Rodrigo Isaza, él recordó que la ilusión de trabajar la cerámica nunca se había perdido, y “al cumplir los noventa años ya era hora, porque después puede ser demasiado tarde”. ¿Qué lo lleva a uno a tener ese impulso a esa edad? Para los asistentes fue sorpresivo.
El maestro Gil ha sido un hombre de palabra. En esa misma charla, recordó una conversación con un amigo, cuando se hicieron la promesa de ser pintores y genios; él dice que cumplió uno de los deseos, aunque está claro que los dos fueron cumplidos. Él quería jugarse la vida en el arte.
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Un rostro, una paloma, un bosque, una flor, hojas que danzan, allí, en los platos expuestos, hay formas que Aníbal Gil ha tenido muy cerca, sin embargo, siempre son distintas. Sus aves saben iniciar nuevos vuelos, los ojos de sus seres alados saben mirar de frente. “Mi trabajo siempre es muy variado, personal, expresivo”, dice este Artista, con mayúscula, uno de los iniciadores de la Escuela de Arte de la Universidad de Antioquia, donde fundó el taller de grabado, que aún sigue con el influjo de su huella. Él, al lado de otros grandes, como Carlos Correa, Rafael Sáenz, Eladio Vélez, Pedro Nel Gómez, Fernando Botero, abrieron un camino fundamental para la plástica actual.
Pilar Gutiérrez, directora de Tragaluz, manifiesta su alegría por esta exposición de profunda sencillez. En la sala de arte de Casa Tragaluz, ese lugar que es editorial, punto de encuentro de la literatura, la buena conversación, el arte, se observa hoy una muestra que, dice, logra conmover. Esos platos son un símbolo del alimento y del arte que nutre, son la expresión de ese artista que asume su vida con una plenitud maravillosa, con una ilusión que lo invita a trabajar todos los días.
“Mi trabajo siempre es muy variado, personal, expresivo”.
Maestro, Aníbal Gil.
Eulalia recuerda a su padre ilusionado. Haciendo un dibujo, pintando en un papel, delineando. Atento a la quema de las piezas, primero, en el taller de las señoras Nohelia y Liliana Flórez, en Guarne; luego, en los talleres Viboral, de El Carmen. La vida puesta allí, la vida hecha creación. Por eso ella dice que en cada obra ella redescubre a Aníbal Gil. Siempre algo nuevo, siempre algo que la sorprende. Explica que, si bien esta exposición de cerámicas podría verse como tardía, no lo es, porque es una verdadera novedad. Y esa es la gran paradoja.
Un libro para la memoria
En 2009 Tragaluz editó un libro que recopila la obra del maestro Aníbal Gil. Con investigación y textos de Santiago Londoño Vélez, es un recorrido de una vida dedicada al arte. Expresión de una constante investigación en técnicas y formas de ese explorador que no agota su sensibilidad, que sigue teniendo el alma del niño que sabe sorprenderse. Un artista inagotable en sus preguntas siempre presentes.
En una de sus páginas, Aníbal Gil dice: “Dibujar es para mí romper el silencio; tejer una maraña de ilusiones sobre un fondo blanco, navegando en un vacío de neblina que se abre campo hacia lo desconocido”.