/ Carolina Zuleta
Hace unas semanas estuve en un retiro con la famosa autora Geneen Roth. Una de las prácticas del encuentro era una meditación guiada mientras comíamos. Éramos 175 mujeres y cada una pasaba por el buffet y se servía su comida. Nadie podía empezar a comer hasta que Geneen nos dijera que podíamos hacerlo. Después de probar dos o tres bocados, Geneen nos pedía que paráramos y la escucháramos. Ella hablaba por unos 15 o 20 minutos, y luego podíamos volver a comer. Dos o tres bocados más tarde, parábamos nuevamente para escucharla. Durante estas meditaciones empecé a sentir un poco de ansiedad. Aunque podía entender que todo estaba bien, que no había peligro, mi mente me decía que no quería estar ahí, que regresara a mi casa. Me parecía que cada comida duraba horas, que este proceso era muy aburridor y que la comida no sabía muy rico. En mi mente pasaban cientos de pensamientos: “Se me va enfriar la comida”, “Esto que me serví no me gusta tanto”, “¿Qué pasa si me da hambre en un rato?”. No quería sentir más esta ansiedad, así que decidí preguntarle a Geneen qué hacer.
Al principio ella se rió de mí y de lo absurdo de mis pensamientos, y me preguntó: “¿Qué pasa si la comida se enfría? ¿Qué pasa si te da hambre?”. Al oír en voz alta lo que yo estaba pensando, pude entender que todos estos pensamientos eran irracionales. En el lugar del retiro teníamos un microondas donde podía recalentar mi comida y además había frutas y otras meriendas en cada esquina. Luego Geneen me dijo: “Carolina, tu problema es que crees que tus pensamientos son verdad”. Esas palabras tuvieron un impacto profundo en mí.
Nuestra mente está diseñada para pensar, así como nuestro corazón para latir y nuestros pulmones para respirar. Se cree que tenemos entre 50 mil y 70 mil pensamientos al día, que no podemos controlar cuándo los pensamos, ni podemos elegir el contenido de ellos. Aunque podemos experimentar momentos de consciencia absoluta, estos tienden a durar poco. Por lo general, nuestra mente produce pensamientos involuntariamente y pueden ser sobre cualquier cosa. El problema es que al ocurrir dentro de nosotros y producirnos sensaciones físicas, creemos que son reales.
Los seres humanos estamos programados para sobrevivir y no para vivir plenamente. Nuestros pensamientos muchas veces generan escenarios negativos con el fin de que nos preparemos para el peligro, pero esto hace que vivamos con altos niveles de preocupación y estrés, y no con la plenitud que queremos sentir. La iluminación espiritual que muchos buscamos nace de nuestra capacidad de desasociarnos de nuestros pensamientos y saber que no todos son reales. ¿Qué sucedería si, de hoy en adelante, no crees en tus pensamientos? Te invito a que practiques no creer en tus pensamientos y que notes cuál es el impacto en tu vida.
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