/ Carolina Zuleta
Hace algunos días una persona me preguntó si realmente es posible tener una relación amorosa satisfactoria y duradera, pues al mirar a las personas que la rodean no vio ningún ejemplo de una pareja que viviera realmente feliz. Cuando miramos las estadísticas vemos que lo que ella observa es verdad: alrededor del 50 por ciento de los matrimonios terminan en divorcio y, de los que siguen casados, pocos están realmente satisfechos.
Aunque estas cifras son muy desalentadoras, conozco parejas que llevan 20, 30 y hasta más años de casados, y viven plenamente; con mucho amor y mucha pasión. Es más, algunas de ellas me han contado que cada año que están juntos es mejor que el anterior. Mi deseo de tener una relación de pareja exitosa me ha llevado a estudiar estos casos y a leer lo que dicen los expertos sobre el asunto. Mi conclusión es que sí es posible tener una relación provechosa y de larga duración, pero para ello hay que construir.
Las relaciones que triunfan no son como las de las princesas de Disney, que conocen a su príncipe azul, lo besan y juntos viven felices para siempre. Las parejas exitosas trabajan por crear un vínculo fuerte. Se cree que se necesitan diez mil horas de práctica para ser experto en un área, pero la mayoría de personas no han dedicado ni una sola hora a estudiar cómo vivir en pareja. Hay mucho que aprender sobre este tema, pero hoy quiero compartirles dos lecciones que han sido transformadoras en mi vida.
La primera es que para tener una relación romántica sólida, hay que ser una persona exitosa. Y por exitosa no me refiero a dinero, me refiero a ser una persona que sabe quién es, que se conoce a sí misma, que está en contacto con sus emociones, toma responsabilidad por su vida, se enfrenta a sus miedos, lucha por sus sueños y vive de acuerdo a sus principios. Las relaciones están compuestas de individuos, entonces es fundamental que cada uno trabaje por ser la mejor persona que pueda ser.
La segunda es que la verdad es un requisito no negociable. Cuando pensamos en este concepto, nos remitimos a la honestidad y a la fidelidad, y sí me refiero a esto, pero también se trata de algo más profundo. La verdad es mostrarle a la otra persona quién soy realmente, es expresar lo que sentimos, pedir lo que necesitamos, quitarnos la máscara, ser vulnerables y permitir que el otro vea todas nuestras cualidades y todos nuestros defectos. No hay verdadero amor sin la absoluta realidad de quienes somos.
“No espero que estés de acuerdo conmigo; no te pusieron en esta tierra para que me valides y me apruebes. Pero quiero que me ames, y realmente no puedes hacerlo si no sabes quién soy. No quiero que me rechaces, pero debo enfrentarme a esa posibilidad si espero algún día sentirme aceptado y seguro contigo. Es el momento para mostrarte realmente quién soy y enfrentar a mi mortalidad. Así, un día, cuando ya no estemos juntos en esta tierra, yo pueda saber que tú sabías quién era yo.” – David Morris.
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