Haga lo que haga el nuevo presidente, estamos iniciando una etapa muy novedosa para el país. Etapa de altísimo peligro para Colombia, pero también llena de oportunidades claves para el mejoramiento y la reconciliación.
Ya estamos en “el día después”, incluso en “la semana después”. Por fin terminó esa campaña tan sucia, larga y desgastante. Luego de intentarlo durante más de cinco décadas, finalmente ganó la izquierda en este país donde siempre el presidente salía del interior del establecimiento.
La mayoría de los que no votamos por Petro por considerarlo populista, mediocre administrador, mal acompañado, mesiánico, y gran abanderado de soluciones peligrosas y simplistas, aceptamos con serenidad y gallardía que fue una victoria clara. Y, ni más faltaba, deseamos que le vaya muy bien al país bajo su liderazgo.
Resultó finalmente que nuestra democracia es mucho más sólida de lo que imaginábamos. Al menos en lo relativo a conteo de votos. Que en una hora se haya proclamado al vencedor y el perdedor lo haya reconocido sin reservas, es un logro destacable a nivel mundial. Ojalá tomara nota el muy infantil Trump.
La izquierda hizo una campaña cuestionable y destructiva (por cierto, diametralmente opuesta a su “política del amor”) pero inteligente y efectiva. Enfocada en redes sociales y asegurando a las clases populares que ahora sí van a poder vivir “sabroso”.
Es de esperar que el nuevo presidente, ya al mando del país, controle sus instintos y logre ser superior a su campaña y a sus despreciables consejeros más cercanos.
No obstante, tras haber prometido tantas soluciones fáciles y prontas, Petro sentirá desde el primer día la enorme presión de empezar a cumplir. Será tremendamente difícil para él comportarse como estadista moderado, pues el ala extrema de su coalición le exigirá acciones agresivas y resultados inmediatos.
Si no los ven, podrían reaccionar de la única manera que conocen: promoviendo paros y bloqueos y alterando el orden público. La fórmula que han aplicado a gobiernos anteriores. ¿Será capaz Petro de superar el riesgo de que, luego de un tiempo, sea considerado un blando y un aliado de la derecha?
Haga lo que haga el nuevo presidente, estamos iniciando una etapa muy novedosa para el país, que ya han recorrido los demás países latinoamericanos. La mayoría, con tristes resultados y secuelas profundas. Etapa de altísimo peligro para Colombia, pero también llena de oportunidades claves para el mejoramiento y la reconciliación.
Por el momento, que antes de intentar dar cumplimiento a sus promesas de mayor impacto potencial, por favor se informe mejor, que escuche a todos los sectores, que se rodee de ejecutores de probada trayectoria y capacidad, y que esconda lo más lejos posible a sus asesores de campaña, que ya cumplieron su papel.
Esperando que sí nos dejen, ¡los demás seguiremos trabajando con más fe y más ganas que antes!