Hay una estadística que nos recuerda cada año una costumbre nefasta: los accidentes por el uso de la pólvora en la festividades de navidad. Y en este periodo 2021-2022 los datos son vergonzosos.
El cuarto pico de la pandemia por el COVID19, con la amenaza del ómicrom, una variante menos letal pero más contagiosa, dejó en segundo plano un hecho de salud pública también preocupante en el país: los accidentes por pólvora en las fiestas de navidad y año nuevo.
El Ministerio de Salud prendió las alarmas: de las festividades 2021-2022 resultaron lesionadas por pólvora en Colombia 1.174 personas, lo que significa un aumento del 61.93 % con respecto al mismo periodo 2020-2021, en el que se presentaron 725. Entre todos los departamentos reportados, Antioquia ocupó el poco honroso segundo lugar, con 108 accidentes, frente a 70 del año pasado.
El desglose de las cifras muestra un dato inquietante: una tercera parte de los lesionados son menores de 18 años, y muchos de ellos habían consumido alcohol en compañía de un adulto en el momento del accidente. ¿Qué nos pasa?
“De las festividades 2021-2022 resultaron lesionadas por pólvora en Colombia 1.174 personas, lo que significa un aumento del 61.93 % con respecto al mismo periodo 2020-2021”
La declaración de Jairo Hernández, subdirector de Salud Ambiental del Ministerio de Salud, al presentar las cifras, tiene un aire de impotencia frente a la situación: “Las cifras son preocupantes. Esto refleja la urgencia de intensificar la pedagogía y construir mejores estrategias para la regulación de la pólvora en estos departamentos”.
Y es que de eso se trata: la prevención del uso de la pólvora debe abordarse, como casi todos los aspectos de cultura ciudadana, con una mirada integral, que combine investigación, pedagogía, regulación y seguimiento. Es evidente que en este fin de año no hubo una estrategia contundente, ni en el país, ni en Antioquia, ni en Medellín. Y si el imperativo de las entidades de salud es salvar vidas y disminuir riesgos, nunca deben tirar la toalla.
Es cierto que no es fácil generar cambios de comportamiento en una costumbre tan arraigada en nuestra cultura, como lo es el uso de la pólvora, pero precisamente ese es el reto: las leyes y las normas de prohibición deben acompañarse de campañas y acciones que lleven a las personas de la obligatoriedad al cumplimiento voluntario, al acatamiento consciente, y después, al cambio de comportamiento.
Sí, es difícil, pero no imposible. Según los reportes anuales del Instituto Nacional de Salud, desde 2015 se había logrado en Colombia iniciar una tendencia en la disminución de accidentes por pólvora: 917 en 2015; 879 en 2016; 781 en 2017. Pero en 2019 la curva empezó a subir nuevamente, con cifras alarmantes en este último periodo.
Es cierto que la prioridad sanitaria en los últimos dos años ha sido la atención de la pandemia del COVID19. Pero la salud pública debe asumirse con mirada integral, y con el precepto de insistir, persistir y nunca desistir.