Vivir en Laniakea

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Tardaríamos 500 mil millones de años en atravesarlo si nos pusiéramos unos tennis inteligentes Apple que trotaran solitos a la velocidad de la luz

/ José Gabriel Baena

Todos los días leo un par de centenares de artículos en la red: buenos, malos y requetemalos, sobre toda clase de asuntos ya triviales ya trascendentes (así se escribe, oh lectores, sin coma después de “triviales”: ya es una conjunción). Entre los muy escasos requetebuenos de este septiembre tomé nota de uno en especial, el que trajo la noticia de que nuestra galaxia, a la que suponemos muy grande, no es más que un puntito perdido en un gigantesco océano de cúmulos galácticos que navegan entre la materia negra.

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La noticia la publicó la revista Nature en su última edición en inglés, con los detalles de que un equipo de destacados astrónomos de la Universidad de Hawai, citemos, “ha desvelado que los mapas del universo observable hasta ahora mostraban una infinidad de galaxias apiñadas en cúmulos de cientos de galaxias agrupados a su vez en supercúmulos de miles de galaxias, pero era muy difícil decir dónde empezaba una estructura y dónde terminaba otra. Para sortear este problema, el equipo ha concebido una nueva manera de definir los límites de los supercúmulos, basada en el movimiento de las galaxias. Las galaxias, como nuestra Vía Láctea (que contiene al Sol y otros 200.000 millones de estrellas), se mueven en función de las fuerzas gravitacionales generadas por la enorme masa de los supercúmulos vecinos…”.

El nuevo método ha permitido definir así los límites de los que han denominado Laniakea, allí donde las galaxias comienzan a moverse en otras direcciones. Laniakea significa “cielo inmenso”, en idioma hawaiano, y se denomina así este nuevo supersistema “porque hace entre uno y dos milenios los polinesios eran los maestros de viajar ayudados por su conocimiento de las estrellas”. ¿Estáis abrumados por las cifras? Laniakea está compuesta por unas 100.000 galaxias. Pero, pese a su inconcebible magnitud, Laniakea tampoco tiene nada de especial en la inmensidad del espacio. “Hemos hecho un pequeño cálculo que sugiere que habría unos seis millones de supercúmulos como este en nuestro horizonte en el universo. Quizá lo único especial de Laniakea sea que nos contiene a nosotros”, informó el equipo. Pero Laniakea significa mucho más para mí. Me remitió de inmediato a mi antigua neo-biblia reveladora, de la que no hablo hace años: El Libro de Urantia, ese prodigioso mamotreto de dos mil páginas entregado a los humanos a mediados del decenio de los 50, donde entre muchísimas noticias se nos cuenta de la conformación de los primeros 700 mail superuniversos y del lugar que en ellos ocupamos. Me remito a esta frase, donde el sonido pronunciado de Laniakea se asemeja a otra palabra, al principio del capítulo sobre Las Constelaciones: “Urantia, la Tierra, es un mundo habitado, ubicado en la constelación de Norlatiadek, una de las cien constelaciones del universo local de Nebadon…”. De nuevo la ciencia se cruza con lo que antes era puro ocultismo por falta de comprobantes racionales. Vivimos pues en un rincón del universo llamado Laniakea de Norlatiadek, con 100.000 billones de soles, que tardaríamos 500 mil millones de años en atravesarlo si nos pusiéramos unos tennis inteligentes Apple que trotaran solitos a la velocidad de la luz. ¿En un rincón? Sí, porque los científicos avisan que mucho más allá de sus comprobaciones se pueden predecir otras inmensidades de misteriosas formaciones más allá de lo siquiera impensable. Y eso ya estaba anunciado en mi adorado Libro de Urantia, que retomo en un mediodía de tormenta en El Poblado, a la luz de una vela. ¡El buen tiempo, lectores!
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