Las similitudes entre Donald Trump y Gustavo Petro son la evidencia de que, en política, los extremos siempre se encuentran.
A primera vista, estos dos personajes no podrían ser más diferentes: uno es líder de la izquierda de un país en desarrollo, obsesionado en convertirse en su presidente. Para cambiar las “élites corruptas” e instaurar el socialismo.
Lea tambien: Te haremos un gran favor, Gustavo
El otro, en cambio, es de ultraderecha. Y ya fue presidente, pero está obsesionado en repetir.
Viéndolo mejor, Petro y Trump son tan parecidos como dos gotas de agua. Veamos algunas de sus características comunes:
- Ya tuvieron un turno de gobierno -uno alcalde, otro presidente- y de forma amplia y contundente demostraron su baja aptitud como gobernantes. Pero se ufanan de haber dirigido los mejores gobiernos de la historia. ¿Aló, Daniel?
- Ostentan un ego colosal, se sienten seres superiores, mesiánicos, predestinados a ser los redentores de país.
- Se presentan como 100 % impolutos, en tanto que todos sus adversarios son corruptos. Cualquier prueba de participación en casos de corrupción -aún con videos indiscutibles- es fake news o está fuera de contexto.
- Cuentan con que su electorado no tiene memoria o es poco ilustrado. Por tanto, proponen ideas simples, superficiales, poco viables, aparentemente novedosas, pero que ya han fracasado en todas partes.
- Qué difícil les es reconocer una derrota electoral: si pierden, es porque hubo fraude. Y si finalmente lo reconocen, lo hacen a regañadientes y con amenazas. Remember 2018…
- Desconfían de la ciencia y de los científicos. No comprenden asuntos muy complejos, aun así se lanzan a defender las teorías más exóticas. Sobre COVID, economía, energía, cambio climático, etc.
- Su experiencia internacional y conocimientos de política exterior son pobres, eso los hace defender conceptos primitivos y simplistas, mirando solo hacia adentro.
- Son desordenados y muy deficientes administradores. A profesionales bien estructurados les resulta difícil trabajar bajo sus órdenes.
- Están más cómodos atacando que construyendo. Su discurso más coherente es para definir quién es el culpable de algo.
- Tienden a querer pasar por encima de normas e instituciones. El de aquí estimula paros y bloqueos, el de allá un ataque al Capitolio. Y su relación con las mujeres ha sido… complicada.
- Parecen recubiertos de teflón: no importa qué tan hondo metan la pata, nada se les pega y sus seguidores nunca los cuestionan. Al contrario, más los aplauden.
Finalmente, es casi secundario que sean de izquierda o derecha. Donde estén serán peligrosos, solo por ser como son: narcisos incorregibles, con muy sesgado entendimiento del mundo real, pero convencidos de ser los que mejor lo comprenden.
¿Petrump? ¿Trumpetro? Da lo mismo. En política, los extremos siempre se encuentran.