El Museo de Antioquia, un corazón que late fuerte

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El Museo de Antioquia es un símbolo. Une arte, comunidad, reflexión y gratitud. Estuvimos en la celebración de sus 140 años. 

En las amplias salas del antiguo edificio hay una vida que palpita. Esculturas, pinturas, dibujos, instalaciones tienen allí un espacio que invita a la conversación. Visitarlo es compartir con el arte y la historia; es evidenciar la vitalidad que se cuela en paredes y rincones.

El pasado 29 de noviembre en el Teatro Metropolitano, el Museo de Antioquia celebró 140 años. La Orquesta Filarmónica de Medellín, dirigida por Gonzalo Ospina, ofreció una partitura que recogió distintos momentos de la historia musical. A través de esas notas, hubo una clara manifestación de aprecio por una institución que le ha dado mucho a Colombia.

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La directora del Museo, María del Rosario Escobar, agradeció a Medellín Cultural, por su hospitalidad; a María Patricia Marín, directora del Teatro Metropolitano; a la directora ejecutiva de la Orquesta, María Catalina Prieto y al grupo de músicos; a la Junta del Museo, a los espectadores, a las instituciones amigas y a sus compañeros de trabajo, es decir, a todos aquellos que han acompañado el día tras día de una entidad cultural que ha sabido responder a las necesidades de cada época.

Dijo María del Rosario que su deseo es que sean muchos años. 140, 240, 340… y más. El Museo para ella es un testimonio de la cultura como el camino de renovación sin pausa que construye un nuevo futuro, una nueva historia.

El Museo llega a sus 140 años fortalecido por una andadura que se manifiesta de múltiples formas. La directora habló de cinco capacidades que irradian fuerza. 

La primera, la capacidad de unir. Y una clara evidencia se observó allí, en el Teatro Metropolitano, con un público que acompañó con alegría este aniversario. Unión que se evidencia en el acompañamiento al Museo en sus distintos momentos, a través de una sociedad que lo apoya. Y en esas 400 o 500 personas que lo visitan cada día desde septiembre de 2020, cuando se abrió luego del encierro obligado por la pandemia. El sueño es recuperar el número que se tenía antes de la emergencia de salud, entre 700 y 800 personas diarias.

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Una segunda característica es “la persistencia, la esperanza, la capacidad de construir futuro y en ese futuro crear algo nuevo”. Una institución de 140 años se construye gracias a un trabajo colaborativo. Una generación y otra y otra han aportado para convertirlo en lo que es hoy.

La tercera “es la de no sentirnos pasajeros en lo que es fundamental”, y eso tiene que ver con la manera como se han ido decantando vanidades y egos. Por eso María del Rosario advirtió: “Todo aquello que hace difícil lo humano, en el Museo se decanta. Los que una vez discutieron, hoy están juntos en las paredes, uno al lado de otro; los que una vez no se quisieron, los que se hicieron zancadilla, eso ya no importa, porque lo que ahora importa son los mensajes del arte y eso en el Museo es maestro y es maestro todos los días para nosotros”.

La cuarta capacidad es la gratitud. “… el Museo está construido en los cimientos más profundos de la gratitud y del amor. No sería posible esto sin los artistas y el público; si los seres de todos los días no fueran al Museo a sentirse cobijados por esa luz diáfana del amor por el arte”.

Y, por último, señaló que la mejor operación de todas, sobre todo en la cultura, es la suma. “Sumar es lo que más sabemos hacer, lo que mejor debemos hacer y es la mejor de las capacidades que tenemos que demostrarnos”. 

La directora le agradeció al Museo mismo “que nos da la oportunidad de cumplir 140 años. Lo que una vida humana no podría alcanzar, lo alcanzamos nosotros, gracias al Museo o a través de él, y queremos entonces también aferrarnos a ese pedacito de infinito que el Museo nos entrega todos los días”. Recordó con gratitud la donación del maestro Fernando Botero, que en 2000 le dio nueva vida a la institución, lo que se logró con el apoyo decidido de Juan Gómez Martínez, alcalde de aquella época; la empresa privada y el ímpetu de la directora de aquel año, Pilar Velilla. El nuevo siglo llegó con el renacer de esta entidad, que ha logrado convocar a un público diverso, en el que jóvenes y niños también acompañan su desarrollo, como lo destacó el director de la orquesta, Gonzalo Ospina, durante una conversación informal con María del Rosario, que se dio entre una pieza y otra de la interpretación musical, en la que se escuchó el primer movimiento de la Quinta Sinfonía, de Beethoven; la coda de la Obertura de la ópera Guillermo Tell, de Rossini; Claro de luna, de Debussy; el primer movimiento de la Sinfonía No. 40, de Mozart; el primer movimiento de La primavera, de Las cuatro estaciones, de Vivaldi, con Manuel López, como solista, y el Vals de las flores, de El Cascanueces, de Tchaikovsky. 

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Pilar Velilla, la gestora de la transformación del Museo de Antioquia en el año 2000, recibió un reconocimiento especial en la conmemoración de los 140 años de la entidad.
Pilar Velilla, la gestora de la transformación del Museo de Antioquia en el año 2000, recibió un reconocimiento especial en la conmemoración de los 140 años de la entidad.

El Museo tiene más de 7.000 obras y solo el 20 % está en exhibición, por eso se abrirán nuevas salas. Llega a sus 140 años con un corazón lleno de vitalidad. Sus latidos tienen un influjo para el arte y la conversación sin punto final; para el centro de Medellín y para la ciudad y el departamento. En el edificio patrimonial, sede principal, y en la Casa del Encuentro, los sueños no paran, porque allí todo es un recomenzar motivado por una historia centenaria. “Somos resilientes… somos cultivadores de la fe, de la esperanza, de la terquedad y también de la capacidad de hacer todo igual día tras día para alcanzar nuestros objetivos”, señaló María Del Rosario Escobar.

Un sueño tras otro

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Durante el diálogo con el violinista y director Gonzalo Ospina, la líder de la institución, María del Rosario Escobar, confesó varios sueños: abrir más salas, entre ellas una que estaría dedicada al presente del arte, una sala contemporánea motivadora de nuevas preguntas; activar mucho más la Casa del Encuentro y, uno muy especial, “desarrollar un proyecto que no solamente sea para el Museo, sino que también le sirva al centro de Medellín y a las comunidades que nos circundan en lo que hoy es el lote del parqueadero. Venimos trabajando, hablando con aliados, con amigos, con otros profesionales para lograr concretar una conversación que sea muy virtuosa y que nos permita no solamente generar una institución o un nuevo espacio para el Museo, sino sobre todo una tipología urbana que le pueda servir mucho a esa zona. Pensamos que ese lote es estratégico

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