/ Carolina Zuleta
Por muchos años el equipo de gimnasia olímpica ruso había ganado la medalla de oro. En las olimpiadas de 1996, Estados Unidos llegó con un equipo muy poderoso que estaba preparado para robarle la victoria a las rusas. La competencia estuvo muy reñida, los dos equipos llegaron muy fuertes a la última ronda. Cada una de las competidoras tenía la oportunidad de saltar del potro dos veces. La penúltima gimnasta del equipo de Estados Unidos, Dominique Moceanu, se cayó en sus dos intentos, lo que puso más presión a la última gimnasta, Kerri Strug. Kerri debía hacer sus dos rutinas perfectas para poder ganar la medalla de oro con su equipo.
En su primer intento, Kerri lo hizo perfectamente pero cayó mal y se lastimó su tobillo. Con mucho dolor, la joven de catorce años le preguntó a su entrenador, Károyli, si era necesario que ella hiciera el último salto pues su pie le estaba doliendo muchísimo. él le respondió que sí, que necesitaban que ella lo hiciera una vez más para ganar la medalla de oro.
La joven secó sus lágrimas y cojeando un poco llegó hasta el final de la plataforma para hacer su última vuelta. En el gimnasio todo era silencio, mientras que los espectadores veían a través de las cámaras cómo esta joven respiraba profundo y se llenaba de fuerza y certeza. Kerri corrió sin dudarlo e hizo el salto perfecto, cayó en los dos pies por unos instantes para que los jueces le pudieran dar el puntaje y luego se fue al suelo del dolor.
El público se volvió histérico, gritaron y la aplaudieron. Además de ganar una medalla de oro, creo que todos estuvieron inspirados por la valentía y la fortaleza de esta joven.
Esta historia nos toca el alma a los que la oímos, pues habla del espíritu humano. Es una historia que muestra lo que nuestra determinación y valentía pueden lograr. Es una historia que nos recuerda de qué estamos hechos.
La vida constantemente nos presenta retos que creemos que no podemos vencer. Muchas veces nos vemos enfrentados a situaciones que nos llenan de miedo y por unos instantes pensamos que no vamos a ser capaces. Sentimos este miedo cuando queremos bajar de peso y otra vez dañamos la dieta. O cuando estamos tratando de ser más pacientes y amables y otra vez le gritamos a un ser querido. Es en esos instantes cuando determinamos nuestro destino, esos momentos de decisión nos llevan a la victoria o al fracaso.
La próxima vez que te veas enfrentado a una situación difícil, recuerda la historia de esta joven gimnasta, recuerda que tú también tienes esa fuerza dentro de ti, límpiate las lágrimas y enfréntate al reto, la medalla de oro está al otro lado. ¡Cada que vencemos el miedo, nuestra confianza crece y nuestro poder personal aumenta!
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