Envigado saca pecho con su exuberante cobertura boscosa, albergue de rica fauna, mientras un guardabosques vibra con tal riqueza ambiental.
“¡Muy bonito! Dónde estabas culicagao”.
El guardabosques John Jairo Arias Gil recuerda que encontró a su mamá, a las diez de la noche, con los pelos de punta porque él había desaparecido desde el mediodía. Tenía doce años, y ahora explica que unos amigos grandes dijeron “Vamos a caminar hasta El Retiro por toda esa montaña, y yo dije: ¡vamos!” Habían pasado la mañana chapoteando y pescando en el humedal del barrio El Trianón, en un espejo de agua de unos cinco metros de ancho por 400 o 500 de largo. “Ahí nos metíamos a coger guppies (peces tricolores), buchonas y corronchos; el agua me llegaba a la cintura y era el paraíso de nosotros”. “Pensé que te habías ahogado, culicagao”, no cesaba de recriminar la enojada madre, Martha Silvia.
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Ahí fue cuando John Jairo le cogió “la salecita” al monte. “Yo conozco el territorio de Envigado desde esa vez, cuando me metieron esa pela”. Dice que entonces nació “esa afinidad por la flora, la fauna, el agua que es tan abundante y bonita en nuestro territorio, a pesar de que la construcción y el desarrollo urbanístico avanzan”. Pero deja constancia de que el Plan de Ordenamiento Territorial ha detenido ese proceso.
¡Qué suerte la de John Jairo! Tener por oficina la zona rural del municipio de Envigado, “identificada como uno de los últimos rincones verdes que quedan en el Valle de Aburrá”, según informes oficiales. Esta localidad cuenta con un área total de 78 km2 : 12 de zona urbana y 66 rural. En general, el 35 % del territorio posee coberturas boscosas nativas (documento de la Universidad CES, dic. 2015). La vereda El Vallano es la más extensa, y hace transición con los municipios de Sabaneta, Caldas y El Retiro; alberga la mayor altura de Envigado, el cerro Hastillero (2.880 msnm), donde nace la quebrada La Ayurá. En otras palabras, es tan grande esa reserva verde, que conecta con las de San Sebastián (El Retiro), San Miguel (Caldas), parque regional Arví (Medellín), la Romera (Sabaneta) y el corredor Valle de San Nicolás.
Aunque el programa de guardabosques comenzó en 2016 (creación del Sistema Local de Áreas Protegidas -Silape-), el administrador ambiental Arias Gil anda en estas lides, ya como empleado oficial, desde hace 18 años. Destaca que ahora hay más conciencia de la comunidad frente al respeto y conservación de la riqueza ambiental local. Hasta las zarigüeyas, satanizadas antes, ahora son objeto de una mayor protección.
Tierra de felinos
El grupo de cuatro guardabosques también orienta a la comunidad rural acerca de la abundante fauna silvestre que la rodea. Destaca que de los seis felinos que hay en Colombia se han identificado cuatro en estos bosques: el puma, dos tipos de tigrillos (lanudo y ocelote) y el jaguarundí, felino del tamaño de un gato.
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Lo que no sabe esta manada de animales es que la autoridad ambiental local la espía: con cámaras trampa han quedado quietos para la foto casi medio centenar de mamíferos. Fotos que han permitido levantar los mapas de su distribución local, para establecer sus ecosistemas y concretar los procesos de sensibilización. También identificaron un corredor regional del puma, que entra por Sabaneta o El Retiro y se desplaza por las veredas de Envigado, buscando el norte por Medellín. Hace el recorrido dos veces al año; se sabe que este felino llega a dominar hasta cien kilómetros de territorio. A mediados de septiembre detectaron su paso por el fallido proyecto de vivienda Meritage.
Más para el rico inventario de fauna local: alberga -junto a los municipios de Sabaneta y Caldas- la mayor población del cacique candela, turpial de vientre rojo desconocido en el resto del Valle de Aburrá. Además, recientemente “pudimos avistar el quetzal, un pájaro que llevábamos unos diez años escuchando sin poderlo ver; un amigo que vive cerca a La Catedral lo fotografió. Es una joya de nuestro ecosistema”, relata el guardabosques.
Protección que llevó a adoptar un tipo de “puente peatonal para animales”: son los pasos de fauna, de los que se han instalado unos 60, entre rurales y urbanos; los hay arborícolas y acondicionados en los box culbert, para facilitar su desplazamiento con seguridad. Arias cuenta que el primero que cruzó el “puente” de El Escobero fue el olinguito, una especie recién descrita (2013) como mamífero muy curioso, parecido al perro de monte. En cada paso colocaron cámaras trampa para evaluar su funcionalidad y otros aspectos. Así registraron el paso del puerco espín, el olinguito, cusumbos y zarigüeyas cargadas con sus hijos, a los que trasmiten la información genética del caso.
Bosque exuberante
Ahora bien, “La riqueza en flora quedó evidenciada en un estudio florístico de 2008, que encontró más de cien familias y 500 especies de plantas, entre ellas el helecho gigante, guaduales, guayacanes, yarumos, heliconias, etc. Este territorio es rico en coberturas boscosas…” según se registra en la cartilla Huellas en la zona 10, edición 02 de 2020.
Consigna la publicación que “Los otrora árboles frutales, como limoneros, naranjos, mandarinos, aguacates que allí se daban, son cosa del pasado”, pero que las veredas de Envigado conservan una buena salud ambiental, como para alojar una variada y privilegiada muestra faunística.
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Otro objetivo de los guardabosques es impulsar la reforestación, a partir de incentivos para quienes planten especies nativas de la zona, sobre todo en suelos de protección, retiros de quebradas, nacimientos, bosques de galería. El incentivo consiste en que la secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Agropecuario dona las plantas (de un metro de altura) previa evaluación y asesoría; además, practica dos mantenimientos en el año. En 2019 sembraron 17 mil árboles en todas las veredas. En 2020 fueron once mil y se proponen igualar esta cifra en 2021.
“En la vereda el Vallano tenemos un puesto de control ambiental. Allá sensibilizamos a los visitantes de la quebrada La Miel, que van al chorro de Las Campanas y a la cascada Salto del Ángel. Los orientamos sobre flora, fauna, cuidado y tránsito seguro y responsable por el sector. A propósito, entre El Retiro y Envigado fue donde se extravió el señor Sebastián”. John Jairo se refiere al artista plástico Sebastián Restrepo Sierra, desaparecido desde el pasado 17 de mayo en esa zona. Agrega que los guardabosques ayudaron en la infructuosa búsqueda. El terreno es alta pendiente, con abismos de más de 25 metros, cubiertos con rastrojo de hasta 15 metros.
El administrador ambiental Arias Gil vive cerca a la vereda Perico con su esposa Sandra Rengifo, ingeniera agrónoma, quien trabaja para un operador de la secretaría encargado de cuencas y quebradas. Se ufana, emocionado, de “la fortuna de vivir en el campo, que es lo más bonito. Es poder maravillarse uno con el silencio”.
Se declara como muy amante a las aves, aunque no le gusta cebarlas y menos tenerlas en cautiverio. Dice que los cebaderos crean alguna dependencia a los animales y los desplaza de su papel de polinizadores, dispersores de semillas, y los vuelve perezosos para buscar los alimentos y ejercer su función ambiental.
Para no olvidar la pilatuna que le abrió los ojos al apasionante mundo del medioambiente -aunque a su mamá le paró los pelos del susto- cada año repite la caminata Vallano arriba, hasta el cerro Hastillero, para descolgarse hacia El Retiro, con los cinco amigos provocadores, y acampar durante una semana de todos los diciembres.