/ Esteban Carlos Mejía
Hay efemérides de efemérides. Aniversarios imprescindibles. Como el de esta semana. Nadita. El 10 de julio de 1871, en París, nació Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust, a quien sus amiguitos de colegio llamaban Lecram, o sea, Marcel al revés. Porque eso fue el legendario, indescifrable y sutil escritor francés, un hombre al revés. A mi modo de entender las cosas, Lecram vivió tres vidas en una. La primera, desde jovencito hasta la muerte de su madre en 1905, como gigolo, flâneur, diletante, palabrejas para decir lo mismo: pícaro con suerte. De 1907 a 1922, cuando murió en olor de santidad literaria, vivió otra vida, la más fecunda, no menos insólita, encerrado en su casa del 102 del Boulevard Haussman, escribiendo y reescribiendo como un descosido, de la madrugada al mediodía, tejiendo una obra sin parangón en la literatura universal: compleja y elegante, cavilosa o frívola, inteligente y original: los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido. ¿Y la tercera vida? La mejor de todas, la inolvidable: la vida de sus criaturas literarias, el inefable Swann, la habilidosa Odette de Crécy, los Guermantes, los Verdurin, el pintor, el escritor, el músico y la actriz, y decenas de personas comunes y corrientes, atrapados en la madeja del tiempo, ese tósigo que hasta ahora no ha podido contra la literatura de Lecram. ¡Ni podrá!
* Body copy: Y aquí una lectura, mejor dicho, una relectura en las antípodas de Proust:
“Mi padre mantenía la cara inexpresiva. Me preguntó:
–¿Te acuerdas de Frank Costello?
–Claro que sí.
–Un pez gordo, realmente.
–Uno de los más grandes, entre todos los gángsters –dije con admiración.
–Una noche, Frank Costello estaba sentado en un club nocturno, en compañía de su rubia, una fulana muy bonita, y en su mesa también estaban nada menos que Rocky Marciano, Tony Canzoneri y Willy Pep. Toda una reunión. La orquesta tocaba. Y Frank va y le dice a Willy Pep: ‘Anda, Willy, baila con Gloria’. Esto pone nervioso a Willy Pep. No le gusta bailar con la chica del gran hombre. ¿Y si resulta que le gusta la rubia? Y Willy Pep dice: ‘Bueno, señor Costello, ya sabe que no soy un gran bailarín que digamos’. Y Frank dice: ‘Y una mierda, bailas muy bien. Baila con Gloria’. El caso es que Pep se levanta y da un par de vueltas por la pista, con la muchacha, manteniéndola muy alejada, y cuando Pep devuelve la chica a la mesa, Costello le pide lo mismo a Canzoneri. Tony saca a bailar a la chica. Luego, le toca el turno a Rocky Marciano. Éste es el único que, por propio derecho, puede llamar a Costello por el nombre de pila, y le dice: ‘Señor Frank, soy un peso pesado. Y ya sabe que los pesos pesados no nos lucimos en una pista de baile’. Frank Costello le contesta: ‘Sal a la pista y baila con Gloria’. Y Rocky sale a bailar, pero Gloria se le acerca y le dice al oído: ‘Oye, a ver si consigues que el tío Frank dé unos pasitos conmigo’. Terminado el baile, Rocky lleva a la chica a la mesa, sintiéndose un poco más relajado, en tanto que los demás ya están totalmente tranquilos. Después de haber bailado han recuperado el buen ánimo, y comienzan a pinchar al gran hombre, con mucho cuidado, ¿comprendes?, sólo así bromeando un poco: ‘Vamos, alégrese un poco, señor Costello…’, ‘Vamos, señor C., complazca a la señorita.’ Y Gloria le dice a Frank: ‘Sí, por favor…’. Y los otros le dicen: ‘Es su turno, señor Frank’.
Mi padre hizo una pausa y terminó la historia:
–Costello va y mueve la cabeza sólo un pelo hacia la izquierda, y dice: ‘Los hombres duros no bailan’.”
Norman Mailer. Los hombres duros no bailan. 1984.