/ Juan Carlos Vélez Uribe
Recientemente me reuní con el presidente del Consejo Superior de la Judicatura, el Dr. Francisco José Ricaurte, con el propósito de discutir algunos aspectos relacionados con una eventual reforma a la justicia, la cual se ha estado ventilando en diferentes foros y escenarios. Revisamos los aspectos más importantes que se habían tratado en la fracasada reforma que impulsó el presidente Santos, que hoy, en su gran mayoría, siguen vigentes y tienen que ver con una reforma constitucional.
Después de mucho análisis llegué a la conclusión de que la gran crisis de la justicia está en que el común de los ciudadanos no la siente cercana y cree que es inoperante. De ahí que hoy por hoy, en casi todas las encuestas, la imagen de la justicia en el país no supere el 25 por ciento de favorabilidad.
¿Qué hacemos entonces para recuperar la credibilidad en la justicia? Es una pregunta que a mi modo de ver deriva en que definitivamente hay que acercar el aparato judicial al ciudadano. Es decir, que este se encuentre en capacidad de tomar decisiones que le resuelvan situaciones y problemas a la gente del común. Por ejemplo, necesitamos una justicia que esté en condiciones de defender a los colombianos de los abusos del sector financiero; de los excesos que las empresas de servicios públicos y compañías de celulares cometen todos los días contra los usuarios; de los reclamos que nunca reciben atención cuando en el comercio no se asume lo pactado; cuando incumplen los carpinteros o cuando servicios, como los de lavandería, arreglos domésticos, etcétera, no se cumplen a cabalidad.
Esa justicia que reclama el ciudadano compromete también a un sistema penal más eficaz, no solo para llevar a la cárcel a los responsables de los delitos más atroces sino a quienes se convierten en el azote del ciudadano al robarle el celular, la billetera, el sueldo, pues hoy, luego de poner la denuncia, capturan al ladrón y a las pocas horas lo liberan porque el aparato judicial no funciona.
Es la justicia de “las pequeñas causas” la que necesitamos en Colombia. La justicia que les resuelva los problemas de la cotidianidad a los ciudadanos. La justicia que evite que los colombianos vivamos en una permanente resignación por no encontrar una justicia que nos dé tranquilidad al servir como instrumento para evitar conflictos y abusos de los poderosos. Es la experiencia que uno recoge de otras latitudes donde han entendido que para lograr la paz se requiere una fuerza pública fuerte y eficaz y una justicia que opere.
En conclusión, necesitamos una justicia que funcione en lo que atañe día a día al ciudadano y no a los grandes medios de comunicación del país.
PD: Cómo lamentamos el fallecimiento de ese gran antioqueño, Andrés Uriel Gallego. El país sabrá reconocerle sus logros. Paz en su tumba.
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