No voy a profundizar en su teoría, ni mucho menos en lo histórico, solo iré al detalle de la intención de este texto.
La Alcaldía de Medellín acaba de lanzar una campaña que se anuncia desde el Museo de Antioquia y que se toma la Plaza de Botero e interviene las obras del maestro poniéndoles tapabocas, un símbolo que algunos habíamos puesto en 2016 en la época de contingencia atmosférica para llamar la atención sobre la mala calidad del aire.
En su momento, el alcalde de turno, Federico Gutiérrez, llamó a la directora del museo para pedirle que bajara esos tapabocas, es decir, rechazaban nuestro acto.
En 2017 repetimos la acción, esta vez no con tapabocas sino con una máscara de la peste negra. Esto llamó mucho más la atención, porque en su momento la Alcaldía dijo que este acto había causado cancelaciones en reservas en hoteles ¡Estábamos afectando el turismo con unas máscaras y no con la mala calidad del aire!
Pero este acto simbólico permitió que 700 ideas recogidas virtualmente para mejorar la calidad del aire se radicaran en el Concejo de Medellín y algunas de ellas quedaran en el Plan Integral de Gestión para la Calidad del Aire (PIGECA) del Área Metropolitana, una señal de que lo simbólico, con crítica y con propuesta, tiene su incidencia en las decisiones.
Tan pronto salió la acción simbólica que lanza la campaña de Yo cuido a Medellín, la cual proviene de la Secretaría de Cultura como apoyo a 280 artistas, quienes hicimos en su momento estas intervenciones antes salimos a manifestar la inquietud sobre ese acto, el cual no hacía referencia a la fuente de inspiración (si podemos llamarlo de esa forma), incluso conociendo bien que ya lo habíamos hecho en 2016 y en 2017.
Es complejo en su momento no sentir un poco de indignación, seguramente el ego y el hecho que el activismo se vuelva institucional, nos pone en esa situación de cuestionar.
Sin embargo y ya con una reflexión más personal, que no representa a los amigos que estuvimos en esos actos antes, pienso que está bien: si ellos no quisieron mencionar la inspiración, tendrán sus motivos.
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De nuestro lado hemos sido amigos de la libertad en el uso de las cosas y las ideas, así que valoro mucho este acto, como también la acción de pintar en una cebra los colores de la bandera LGBTI en conjunto con colectivos y que otras instituciones se sumen.
Quizá sea la dinámica y esta aceptación nos permita mirar que hemos logrado más sin necesitar un apoyo como una administración. Ojalá esos 280 artistas reciban apoyo, ojalá la comunidad LGBTI se sienta representada. También valoro mucho que activistas estén trabajando en la administración, pero ojalá, tengan más voz, como la tuvieron cuando estuvieron de este lado.
Esperemos volver a lo simbólico y nos permitan entregar nuestro mensaje.
Por Daniel Suárez M.