¿Y usted qué haría con un millón de dólares?

Nos enseñaron a trabajar para ser “eficientes” en un mundo que ya no existe.

Me he pasado la vida cambiando de industrias y cargos, avanzando con calma (y a veces con afán) hacia un nuevo futuro. Ningún cambio había sido tan profundo como la inclusión de mini-computadoras al alcance de la mano. Hasta ahora.

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Con la IA, tienes la capacidad de un PhD en tu bolsillo. Un ejército de expertos multidisciplinarios organizados por carpetas, dispuestos a hacer de tu vida y trabajo algo mucho más fácil. Si los dejas. Pero esta panacea tiene una condición específica: solo estarán disponibles si te tomas el tiempo de aprender cómo usarlos.

La cantidad de empresas que siguen midiendo las “horas nalga” de sus empleados es aterradora. El pánico en los ojos de quienes creen que una tecnología viene a quitarles su trabajo refleja una verdad incómoda: el trabajo al que tanto se aferran ya no existe.

He dado talleres por Colombia exponiendo mi visión sobre estas herramientas, viendo, en primera fila, cómo muchas personas miran con escepticismo a la IA. No comprenden que la forma como valoramos nuestras tareas diarias y nuestra vida cambió a un ritmo acelerado. Nos enfrentamos a un camino del que no hay salida, a menos que tengas un pedazo de tierra y formes parte de un culto de agricultura autosostenible.

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Propongo un cambio radical: re-piensa todo lo que crees cierto acerca de lo que haces y date la oportunidad de crear tu futuro. Los dogmas y estructuras rígidas que destruyen valor, que castigan la innovación y se arman de críticas improductivas, han atiborrado un mercado al que ya no le cabe una aplicación más de descuento a domicilio.

Es hora de salirnos de las cajas mentales donde la desolación, la frustración y la falta de fe en nuestro potencial nos ha llevado a no creer que aquí podemos hacer cosas de talla global. Debemos reinventar la forma como nos lideramos y diseñamos el futuro del que decidimos ser partícipes.

Necesitamos la confianza para responder una sola pregunta: ¿Qué es lo que realmente quiere mi alma? Aquello que tiene el poder y el fuego para quemar cualquier duda sembrada en el camino. De esto se trata: alcanzar la gloria un día a la vez, intentando cuantos planes sean necesarios hasta encontrar uno que transforme nuestra realidad.

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La tecnología debe ser un amplificador de nuestros sueños, no un demoledor de nuestra humanidad. Este es el verdadero valor que deberíamos enseñar en colegios y universidades: cómo manifestar una realidad con los valores auténticos que cada uno posee, creando redes que nos impulsen y reten a ser nuestra mejor versión cada día.

Si tuviera un millón de dólares, crearía un nuevo sistema educativo que parta desde el ser, proporcionando herramientas para que las personas se conozcan a sí mismas y adapten la tecnología para fomentar el aprendizaje hacia objetivos personalizados que generen bienestar colectivo.

Me encargaría de transformar la forma como las personas se perciben y cómo pueden usar la tecnología para romper paradigmas, manteniendo la confianza de que pueden lograr lo que deseen en la vida.

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Ese es mi sueño: impactar un millón de vidas. Y espero tener la suerte de impactar al menos una con estas palabras. La suya.

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