¿Y quién cuida a la gente del barrio?

En la edición pasada publicamos resultados de un informe divulgado por la Personería de Medellín y que aún nos tiene pensando debido a la delicadeza de varias problemáticas sociales.

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Hay días en que te sientes más solo: ocurre en la mitad de la madrugada cuando escuchas
un ruido de fiesta en otro apartamento y descubres que se trata de un turista extranjero que
alquiló el lugar para llevar hasta él amores pagos. También se siente en ese momento en el
que conoces a Carlos, un hombre que hace varias semanas caminaba por la calle 10, con la
intención de llegar al cajero electrónico y retirar dinero.

Cuando estaba en ese sitio, a la vista de todos, recibió una visita nefasta: varios ladrones llegaron y le exigieron entregar todo. Él, bajo los efectos de la indignación que le produjo entregar lo suyo en una ciudad donde el robo hace parte de la vida de muchos, se opuso al designio, y hoy camina con un cabestrillo que sostiene su brazo: recibió un golpe tan fuerte que partió su clavícula.

RUIDO, EXPLOTACIÓN SEXUAL Y CONDICIONES
SÓRDIDAS QUE HAN DADO PRIORIDAD A
UN TIPO DE TURISMO SON ALGUNAS DE LAS
PROBLEMÁTICAS QUE AÚN NO PARECEN
TENER UNA SOLUCIÓN CERCANA.


Esa misma soledad la sientes cuando lees una nota en la revista Semana en la que se cuenta la historia de la familia Salazar Goéz, la única que no se ha ido todavía del Parque Lleras,
y describe la vida en su antejardín: basura, visitas de trabajadores o presencia de personas
que llegan para fumar, tomar licor o divertirse.

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Finalmente, ese sentimiento de soledad se siente también cuando escuchas la historia de Valentina, una mamá que deja solo a su hijo de 8 años, durante varias horas, para trabajar en El Poblado. O cuando una persona te cuenta que lleva semanas sin dormir bien por el ruido de aquel centro comercial. Y es aquí cuando aparece esta pregunta: ¿quién cuida a la gente de este barrio? ¿Quién
se interesa en que las personas cercanas estén bien? ¿Qué hacen nuestras autoridades para
lograr una transformación real y duradera?

Problemas como los robos, la explotación sexual, la falta de oportunidades para las mamás, la debilidad del sistema del cuidado, el ruido o la gentrificación están ahí y siguen presentes desde hace años porque nuestras autoridades aún no han encontrado soluciones sostenibles que vayan más allá
de atender uno o varios episodios.

Son situaciones que afectan la vida de muchos, en episodios solitarios que no ocurren de forma simultánea y siguen sucediendo. Y es que algunos creen que no hay de qué preocuparse, si no es ilegal o se hace con discreción, como ocurre en varios edificios de El Poblado, con el alquiler de
apartamentos para fiestas, droga, música o sexo.

¿Y dónde queda el criterio personal y el respeto a la moral, entendida como actuar con conciencia? La solución no pasa por instalar vallas con letreros o centrar la mirada en el artista que llega para un gran concierto. Tiene que ver con actuar con más inteligencia, vincular a la comunidad y a las
organizaciones sociales. Solo así, el barrio también será para la gente que quiere vivir en
él de forma tranquila. Y para aquellos más olvidados: los débiles.

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