Continental Towers: “Aún no sabemos qué viene”
A las familias que fueron evacuadas de Continental Towers para prevenir una tragedia, la constructora Lérida CDO no les ha dado una solución definitiva. Ahora, incluso, con la suspensión de los trasteos por un asentamiento en una de las torres, se prolonga más la incertidumbre que viven estas familias, hoy unidas por la tristeza y el desasosiego a las de Space y Asensi.
Mauricio Ballesteros y sus perros Horacio y Rosita
Mauricio Ballesteros, copropietario y vocero de los habitantes de Continental Towers, logró alquilar junto a su esposa un apartamento de dimensiones y especificaciones similares a las que había disfrutado durante solo 6 meses en su ahora abandonado apartamento. Días después de evacuar el edificio con sus dos perros, y tras pasar unas noches alojados en hotel, la pareja contó con la suerte y con la generosidad del propietario del apartamento donde ahora viven en la loma de El Tesoro. Otros, cuenta Mauricio, no han tenido la misma fortuna pues el mercado de apartamentos alquilados ha subido los precios previendo la cantidad de familias necesitadas de un techo y con un mercado de apartamento amoblados casi acaparado por los habitantes de Space y Asensi.
Con más suerte todavía, estuvieron entre los primeros en hacer un trasteo y estar listos para este en tiempo récord. Mauricio sabe que su situación es quizás menos dura que la de otras víctimas de la constructora CDO, sin embargo se le quiebra la voz al recordar la salida de su apartamento. “Tu casa es tu sueño y salimos de allá sin saber qué venía; aún no sabemos”.
Desde antes de la tragedia, los copropietarios de Continental Towers tenían inconformidades con CDO y la obra, por fisuras y grietas. A partir del colapso de Space decidieron cotizar un estudio de patología estructural que se vio aplazado por la orden de desalojo del Dagrd. Ahora, a una semana de cumplir un mes por fuera, los intentos de seguir adelante con el estudio no han sido muy fructíferos, pues al especialista que escogieron para el estudio, la constructora solo le permite hacer inspecciones visuales y no lo deja tomar las muestras que necesita. A esto se suma la vigilancia extra que han necesitado a causa de los ladrones que andan rondando el sector. “Todos los días le sale a esto una arandela distinta. Lo único cierto y claro es que compramos unos apartamentos que no eran baratos y, en virtud de su precio, de primera calidad, así que no queremos unos reforzados. Además, ¿por qué vamos a recibir apartamentos que ya no valen nada? Preferimos que nos respondan y que negociemos como hicieron los de la torre 6 de Space. Es mejor ir resolviendo de una vez, recuperar nuestro patrimonio y que la constructora decida qué va a hacer con esos edificios”.
Este es el sentir generalizado de los copropietarios y sin duda la unión hace la fuerza. Entre vecinos se han ido conociendo y organizando, tienen un grupo de abogados analizando instancias y actuaciones legales y con el Isvimed instalaron una mesa de familias para analizar temas como los trasteos o el auxilio de manutención mensual pactado con la constructora.
Space: “No queremos volver“
Javier Henao, Ana María Henao, Ana Cecilia Tobón y su perro Serafín
“Si nos toca volver allá pues no tenemos donde vivir porque la verdad es que no queremos volver. Nosotros no somos ricos, somos profesionales que hemos conseguido las cosas con mucho esfuerzo”
La misma angustia e incertidumbre frente a las soluciones que vengan de CDO la vive Ana Cecilia Tobón junto a su esposo e hija. Dueños de un dúplex de la fase 2 de Space, el día del colapso de la torre 6 salieron como los demás, sin ninguna de sus pertenencias, con los temores que cargaban al haberse enterado de la posibilidad de que el conjunto residencial colapsara en efecto dominó. A diferencia del apartamento donde hoy se aloja Mauricio Ballesteros, amoblado con todos sus enseres, el sitio donde ahora vive Ana Cecilia –en la Transversal Inferior, antes de la loma de los Balsos–, deja ver esa parte de la tragedia. Lo mínimo; una mesa de comedor pequeña, dos sillas en la sala, pocillos de tinto, un cuadro, los zapatos que usa durante la entrevista con Vivir en El Poblado, todo es donado. Lo poco que tienen propio, lo sacaron entre su esposo e hija en dos entradas a Space, de cinco minutos cada una, arrumando lo que fuera posible en sábanas amarradas. Después de vivir 20 días en la casa de su hermana, Ana Cecilia y su familia encontraron este apartamento en el que llevan una par de semanas. Han sido días sin dormir y de constantes pensamientos sobre el futuro. El panorama muestra dos tristes escenarios posibles a partir del resultado del estudio de la Universidad de Los Andes: si todo Space debe ser demolido, negociar con la constructora como lo han hecho los habitantes de las torres 5 y 6 para intentar reconstruir en otro lugar lo que perdieron, o regresar a vivir a Space en caso de que se determine que es habitable. La segunda opción es, sin duda, la peor. “Si nos toca volver allá pues no tenemos donde vivir porque la verdad es que no queremos volver. Nosotros no somos ricos, somos profesionales que hemos conseguido las cosas con mucho esfuerzo”, dice Ana Cecilia. “Lo que esperamos es que la constructora se porte a la altura con nosotros, la incertidumbre nos afecta mucho, estamos nerviosos, nos enfermamos del estrés, cada día que pasa es de angustia, de no dormir, ir donde el psicólogo, tomar pastillas y pensar qué vamos a hacer. La justicia en este país es difícil pero estamos hablando de derechos fundamentales”, agrega evitando llorar, pero las lágrimas se asoman cada tanto.
Alto Verde: intentando olvidar
Hace cinco años este terreno en Alto Verde era epicentro de desastre
Una situación similar padecieron los habitantes de urbanización Alto Verde, en la Cola del Zorro, cinco años atrás. Hoy, al pasar por allí, se ve el sitio en donde un deslizamiento de tierra destruyó seis casas y acabó con la vida de 12 personas. El lote fue intervenido por el Municipio, dice un habitante de la urbanización, quien pidió que se omitiera su nombre. Desde el segundo piso de su casa, aquel día vio cómo se vino abajo el talud en cuestión de segundos y sin señal de advertencia. Hoy, por esa misma ventana se ve el lote con el terraceo, con filtros de agua y un muro de contención para mitigar el riesgo que tuvo un costo de 5.276 millones de pesos. No hay allí ninguna conmemoración por las vidas perdidas ni señal que recuerde a manera de advertencia lo sucedido. “Los lotes quedaron habilitados pero aún no se ha construido nada. Los familiares de los que fallecieron han cogido diferentes rumbos y aquí seguimos las 10 familias vecinas. Vivimos muy tranquilos con las intervenciones que hizo el Municipio”, dice este habitante de Alto Verde y agrega que, a diferencia de Space, lo sucedido con las casas fue por causas naturales y que no habría realmente a quién culpar pues las estructuras estaban bien construidas. Sin embargo, en su momento, el gobierno municipal conformó una comisión técnica para determinar las causas del derrumbe, integrada por representantes de las familias, Corantioquia y Área Metropolitana, la Secretaría de Obras Públicas y el Departamento Administrativo de Planeación, además de la firma Inteinsa, especialista en geotecnia. La comisión determinó que el origen del desastre estuvo en el mal manejo de las aguas de reboce del tanque de tratamiento de aguas y en el talud, cuya intervención sobrepasaba la altura recomendada en los estudios de suelos realizados para el desarrollo del proyecto.
Cinco años tal vez han servido para sanar el terreno y posibilitar nuevas construcciones, o para apaciguar cualquier preocupación de los vecinos que quedaron en Alto Verde y que hoy dicen vivir muy tranquilos.