Módena, ¡siempre Módena! Italia ancla su renombre en Roma, Venecia, Florencia, Milán…, pero qué gratas son sus poblaciones a medio camino. Y lo que se bebe y lo que se come.
Se elabora con la uva Grasparossa y alguna vez escribí, no de manera peyorativa, que quienes todavía acompañan sus comidas con gaseosa o té helado podrían tener en él su mejor aliado para pasarse al vino: burbujas, frescura, un toque de dulzor, en blanco, rosado o tinto, con la felicidad de que es vino, con menor graduación alcohólica, y listo para hacer clic con el paladar adulto.
Es el gran Lambrusco, sobre el que también hay quienes sostienen que es el vino que todos los italianos toman, aunque no muchos lo quieran admitir en público, mientras otros aquí afirman que es para mujeres (no tiene nada de malo, no es cierto, pero así somos) y de los tardeos (que es verdad y en copa es fantástico cuando van dando las cinco de la tarde en una jornada libre, además calurosa).
l Lambrusco me ha gustado, siempre y solo frío; el rosado para tardear y conversar y el tinto para acompañar pizzas de pepperoni o platos picantes. Lo he presentado en mis catas de vinos, lo he recomendado para compra, lo he dado como regalo y todo venía muy bien… ¡hasta que se puso mejor!
Ocurrió en Módena, Italia, ese lugar del mundo donde la amabilidad de su gente y sus paisajes y edificaciones atrapantes se cruzan con el parmigiano reggiano, el aceto balsámico y el buen vino. Qué más se puede pedir. Allí conocí a Thomas Grootveldt, de la compañía Cleto Chiarli, quien me dijo que el gusto local dista del Lambrusco que conocemos en el resto del mundo y que sus brindis son inolvidables. Y lo fueron. Probé dos ejemplares, el Vigneto Cialdini, elaborado con Grasparossa di Castelvetro, y el Pruno Nero, de las uvas Grasparossa y Salamino, los dos Lambruscos y, atención, los dos secos: ninguna pista del dulzor habitual, además de gran origen y muy gastronómicos.
El Vigneto Cialdini va muy bien con pastas y con embutidos mientras el Pruno Nero se recomienda con aperitivos y con finger food. Luego allí cerca conocí un tercero, el Ca ‘de Bortolini, de la región de Castelvetro, y confirmó los hallazgos: ausencia de dulzor, creado para paladares que ya quieren superar las notas del Lambrusco común y listo para hacer armonías en la mesa como sucedió en la cena compuesta por embutidos mixtos, empanadillas fritas, tortellini en caldo, vitello tonnato con verduras, asado de cerdo con patatas asadas, surtido de postres, café y grappa. ¿Seis tiempos, hasta las 11 de la noche, y que cómo hice? ¿Y que si logré dormir? Claro, porque el cierre fue con el increíble Limoncello, ese dorado genial que proviene de la infusión de cáscaras de limón amarillo en alcohol, azúcar y agua, y del que me parece que nos debemos varios tragos porque qué bien cae para cerrar la cena.
El hermano mayor de los lambruscos, sin que ser el menor tenga algo de malo, porque se siente más serio, más grande, más acuerpado para nuevas experiencias, con un porcentaje superior de alcohol. Seco, que no quiere decir que el dulzor de los demás sea cuestionable. Sin embargo, todavía lejos de nuestras tiendas, aunque les dejo el dato para que vayan haciendo ganas mientras llega a Colombia o mientras viajan a Reggio Emilia y su encantadora Módena.