Si algún lugar en Medellín se ha convertido en intocable, por lo polémico que resulta hacer o dejar de hacer algo en él, es el Aeroparque Juan Pablo II, donde funciona el Aeropuerto Olaya Herrera.
Aún está fresca en la memoria de algunos medellinenses la discusión pública que se generó a mediados de los años 80, cuando a raíz de la construcción del Aeropuerto José María Córdova, en Rionegro, se contempló el cierre total de la pista del Olaya Herrera y el traslado de sus operaciones al nuevo terminal aéreo. Durante muchos meses, la controversia se concentró en “¿Parque o Aeroparque?”, en referencia al futuro de los terrenos ocupados por el Olaya Herrera; opiniones a favor y en contra iban y venían. Innumerables fueron los editoriales, las columnas de opinión (cómo olvidar las agudísimas de Alberto Aguirre) y los artículos de prensa que se publicaron.
Finalmente, se logró un consenso para que se hicieran ambas cosas: se construyera un parque recreativo y se conservara el aeropuerto, con las respectivas adaptaciones para cumplir con los requerimientos aeronáuticos.
A partir de entonces, cada cierto tiempo el tema se calienta, alguna nueva propuesta atiza los ánimos y los argumentos en pro o en contra ocupan otra vez la primera plana. No es sino recordar el debate que generó en 2013 la determinación de la Alcaldía de construir la pista de BMX Mariana Pajón en el Aeroparque Juan Pablo II. El descontento ciudadano por las posibles pérdidas ambientales y de infraestructura deportiva que implicaría la obra, obligó a la administración municipal a rediseñar la propuesta.
Ahora, el futuro de esta estratégica zona sale otra vez a colación a raíz de las reacciones generadas por la columna “Qué hacer con el Olaya Herrera”, del exdirector de la Aerocivil, Juan Carlos Vélez, publicada en la edición 578 de Vivir en El Poblado. Decía, entre otras cosas, que “ha llegado el momento de ir proponiendo el traslado de sus operaciones (las del Olaya Herrera) al aeropuerto de Rionegro y mirar la posibilidad de construir aeródromos en otras regiones del departamento, con el fin de que en un mediano plazo se puedan utilizar los terrenos que hoy ocupa, para el beneficio de la ciudad y sus habitantes. Liberar este espacio nos permitiría pensar en el desarrollo de varios proyectos (…) y hasta podríamos edificar allí un buen escenario para deportes motorizados, aprovechando lo que hoy son las pistas del aeropuerto”.
Varios lectores se pronunciaron de inmediato, argumentos que presentaremos en esta y otras ediciones con el fin de proporcionar elementos de juicio que enriquezcan la discusión, ayuden a tomar decisiones acertadas o a evitar errores. No nos cabe duda de que el debate sobre la conveniencia o inconveniencia de tener un aeropuerto dentro de la ciudad se reavivará cuando empiece en firme la campaña para la elección de alcaldes el próximo año.
Por eso, no sobra recordar episodios similares de la ciudad o la región. Por ejemplo, cuántos lamentos seguimos oyendo, de legos y eruditos, por haber acabado con sistemas de transporte como el tranvía y el Ferrocarril de Antioquia, y cuántos esfuerzos se siguen haciendo para reparar lo que hoy se considera como errores históricos. De hecho, estamos en una época en que se intensifican los esfuerzos por mejorar la conectividad. ¿Qué son, sino, las Autopistas de la Prosperidad, el proyecto del Túnel de Oriente, las obras por Valorización, la construcción del tranvía de Ayacucho, la ampliación de las estaciones del metro y las obras de metroplús, por solo citar algunos ejemplos? La discusión queda abierta.