El recorrido vital de Carolina Vélez Murcia, envigadeña cuyo crédito aparece en las presentaciones del Coro de la Radio Occidental de Alemania como soprano asistente, desdice, una vez más, el mito del artista desbordado de talento, aunque también de excesos y malas maneras. Nada que ver.
El carácter apacible de Carolina y su disciplinada vocación han funcionado como una suerte de imán para buenas voluntades, que no paran de llegar. “Siempre fui nerdita, la preferida del profe. Aprendo rápido y me concentro, eso lo agradece quien quiere enseñar”, asegura, entre risas, la también maestra de canto en Aquisgrán, donde cursa su segunda maestría, en Ópera.
Del Envigado donde nació, creció y fue bachiller del Liceo Comercial, lo agradece todo: el barrio Rosellón, una familia trabajadora y amorosa, la tuna de la escuela Pío XII y una red pública de formación artística que le fue agregando peldaños de excelencia a su don natural, incluyendo a quien fuera y sigue siendo su primer mentor, Carlos Alberto Rendón.
“El maestro Carlos le propuso al municipio la creación de un coro infantil; mi mamá, Blanca Cecilia, vio la convocatoria en la Casa de la Cultura, donde íbamos casi todos los días a un curso diferente. Me presenté, con ocho años; fui una de las niñas fundadoras de La Cantoría, coro del que participé entre 2004 y 2021, hasta que me fui a Alemania”.
De ese crucial periodo, buena parte fue estudio y dedicación, el paso de niña a adolescente y mujer, de vocalista en bandas hasta el estudio del canto lírico. Luego de coquetear por dos semestres con la carrera de Arquitectura, en la Universidad Nacional, Carolina retomó la senda que su entorno sabía, pero no quiso imponerle.
La soprano Carolina Vélez es una de las 50 mujeres destacadas por Jaime Palacio, en su libro Envigadeñas (2021).
Creyó sorprender y desilusionar cuando anunció que estudiaría Música en la Universidad de Antioquia, por aquello de que “el arte no da plata”. La respuesta de su papá, Julio, todavía la conmueve: “Ni usted ni su hermano Alejandro son inversiones; lo único que queremos es que sean responsables y felices con lo que decidan hacer en sus vidas”.
No fue un mandato de cambio ni para ella ni para su hermano menor, más bien, una confirmación de estar en la ruta debida. Con la guía de las profesoras Alexa Cortés y Eliana Piedrahita, Carolina se graduó, con honores, como Maestra en Canto Lírico, en 2019. Durante el pregrado, fue solista y corista en producciones de ópera, oratorios y música universal.
El sueño de Europa estaba a tiro. En la Pandemia, audicionó para la Universidad de Música y Danza, en Colonia. “El primer filtro fue virtual y pasé. Apenas me bajó la euforia, caí en cuenta del viaje a Alemania para la audición presencial. ¿Cómo lo iba a pagar? Y si me aceptaban, ¿cómo pagaba el resto?”, recuerda para empezar a hablar, con inmensa gratitud, de las “carolinatones” que familiares, colegas y amigos emprendieron.Con tales respaldos, que incluso explican el nacimiento de Fuerza Lírica (del empresario Rubén Tobón, en pro de talentos como Carolina), más un préstamo en Icetex y lo recogido con conciertos propios, el arribo feliz y fructífero a la ciudad de Carlomagno, desde Envigado, sigue siendo una de esas canciones que jamás surgirán de un “no se puede” y de las cuales Carolina sigue dando la nota.