Este domingo 25 de mayo se pone una vez más a prueba la participación ciudadana y el compromiso de los colombianos para tomar parte activa en las decisiones que nos afectan a todos. Si bien esta campaña electoral se ha caracterizado por escándalos vergonzosos que polarizan peligrosamente al país y desdicen de la probidad de los candidatos más opcionados -según las encuestas-, por una guerra sucia en la que lo menos importante son las propuestas y que no ha cesado un segundo ni por respeto a la dolorosa tragedia de Fundación, este no puede ser motivo para la apatía y la abstención. Por una razón muy sencilla: no votar, contrario a lo que muchos ingenuamente piensan, sí incide en los resultados, incluso a favor de los aspirantes que desaprobamos. Así las cosas, la mejor opción es incidir a conciencia, con un sufragio que sea producto del conocimiento de los programas y propuestas de los candidatos, de su trayectoria y, por supuesto, de la calaña de sus acompañantes.
Convencidos de la importancia de la democracia y de la necesidad de aprovechar al máximo los mecanismos de participación que ofrece la Constitución, la invitación no es otra que a poner un grano de arena para la construcción de un país mejor, en avance en su camino de desarrollo, como ciudadanos dispuestos a hacer valer derechos y deberes. Y este grano de arena es el voto, incluso el voto en blanco, pues también es la expresión de una convicción.
En Colombia existen hoy cerca de 33 millones de personas (500 mil en el exterior) habilitadas para votar por cualquiera de los cinco candidatos, o en blanco. Una muestra fehaciente de que vamos madurando como democracia y adquiriendo una mayor cultura política, sería disminuir el índice de abstención, que en las elecciones presidenciales de 2010 fue del 50.73 por ciento en la primera vuelta. Esto significa que de las 29.997.574 personas inscritas para votar, solo sufragaron 14.781.020. Como ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta de los votos el 30 de mayo, se realizó una segunda vuelta el 20 de junio. El ganador, el hoy presidente y candidato Juan Manuel Santos, fue elegido con el número más alto de votantes en la historia del país: 9.028.943. Superar porcentualmente estas cifras sería señal de nuestro avance democrático.
La otra invitación que hacemos es a votar con cuidado, para no anular el sufragio con errores involuntarios al marcarlo. No es una recomendación baladí si se tiene en cuenta que los votos nulos podrían modificar el resultado de unas elecciones. En la primera vuelta de los comicios presidenciales pasados, los votos nulos fueron 170.874 y en la segunda llegaron a 198.003. Tampoco tiene sentido pasar al cubículo y no marcar el tarjetón. Las tarjetas no marcadas sumaron en las elecciones anteriores, en total, 75.282. Un esfuerzo perdido, pues si lo que se quiere es manifestar rechazo al sistema o a las opciones presidenciales, existe la alternativa del voto en blanco.
Vencer la pereza, el escepticismo o la apatía y salir a votar, es el mejor plan que proponemos para el 25 de mayo.