“Dibujar es una manera fácil de expresar tus sentimientos, sin hablar”, dice Violeta. Solo tiene 14 años, y se recuerda “toda la vida” con un lápiz, una caja de colores o un pincel. “Para mí es divertido sacar y materializar ideas, porque estoy definitivamente conectada con lo artístico”.
Estoy buscando mi propio camino
Violeta cursa el grado octavo en el colegio Marymount, donde profesores y estudiantes ya se han acostumbrado a verla llenando las páginas de sus cuadernos con hermosos dibujos mientras transcurren las clases. La mamá de Violeta, Carolina Villegas, solo tiene agradecimientos para ellos: “Esa es su manera de concentrarse. Soy feliz de que la dejen ser”.
Afortunada Violeta al contar con una mamá y un papá que estimulan su creatividad. La familia viaja con frecuencia, y, en cada ciudad que visitan, el parque de diversiones de Violeta es el museo o la academia de artes. Así fue en Madrid, donde asistió a su primer taller, a los 12 años. “Yo estaba muy asustada, porque normalmente no dejo que me enseñen, soy muy terca (risas)… Esa fue la primera vez que me dejé llevar”. Y es que Violeta, a esa edad, ya se había repasado todos los tutoriales de youtube.
Después fue Nueva York, Roma y Florencia, donde recibió un curso de dos semanas para adolescentes. “Yo estaba obsesionada con Italia. Al llegar allá estuve demasiado feliz… es que toda la ciudad es una obra de arte; no me imaginé que fuera tan bonita”.
Al volver a Medellín, Violeta se inscribió en la academia Boticelli, porque entendió que esto del arte iba en serio. Dibuja retratos en carboncillo y grafito, experimenta con la caricatura japonesa, y hace ensayos con la ilustración. “Estoy buscando mi propio camino”, dice. Se descrestó en Florencia con la escultura de David, y admira el arte de Van Gogh, pero también siente fascinación por el ilustrador Bross y el grafittero Banksy.
No hay forma de encasillarla. Es una artista apasionada por la pintura y la danza, pero también por las matemáticas. Y saca tiempo para experimentar con los idiomas: como ya domina el inglés y sabe bastante de italiano, decidió aprender tailandés. ¿Por qué? “Yo me complico mucho la vida”, dice Violeta, entre risas. Ahora tiene al papá y a la mamá tratando de entender el extraño alfabeto que acompaña sus dibujos, y las palabras raras que usa, de vez en cuando, para pedir el desayuno. “Complicadito”, dice Carolina, la mamá. “Pero, eso sí, es muy entretenida”.