Originalmente la finca Villa Carlota iba hasta donde hoy es el aeropuerto Olaya Herrera. Luego fue reducida hasta el río. Eso era en el siglo pasado y sus dueños eran los bisabuelos de la actual propietaria. Entonces la finca estaba sembrada de café y caña de azúcar. Además había ganado, máquina de moler y tejar. Sus dueños vivían en “Medellín”, es decir, en el Centro.
La casa principal era al lado del río, aunque el curso del río en ese tiempo no era el mismo de hoy y la única forma de cruzarlo era a caballo pues sólo había un puente, el de Guayaquil. A mediados de este siglo ese curso fue rectificado y canalizado para evitar inundaciones y para incorporar las zonas aledañas al futuro sistema vial de la ciudad que hoy incluye al metro.
Sin embargo, en la época a que nos referimos, con cada aguacero fuerte o en tiempos de invierno, el río cambiaba de cauce, se hacía unas veces hacia el oriente y otras hacia el occidente, cambiando los linderos de las fincas. Esa situación era aprovechada por el dueño de Villa Carlota, Fernando Escobar Ochoa, para extender su propiedad; por eso tenía enfrentamientos con el dueño de la finca Santa Fe, la del otro lado del río, el millonario Pepe Sierra. Sin embargo, cuentan que en política eran muy amigos debido a que ambos eran conservadores. Fernando Escobar Ochoa fue una de las últimas personas en ser llevada al cementerio en coche mortuorio, en el año 1928, época en que ya había automóviles en Medellín. El fue el que construyó la casa de Villa Carlota que hoy se conoce y que alguna vez se llamó La Lomita.
Su hija Carlota Escobar se casó con el señor Jaime Bemal Moreno. Ellos vivían en el Centro, en una casa que ya no existe y que hoy estaría ubicada en la Avenida Oriental con Pichincha. La casa fue demolida para construir esta avenida.
Ellos tenían a Villa Carlota como una finca de recreo a la cual en principio iban a temperar en vacaciones o los fines de semana. En los años 40 se mudaron definitivamente allí. Aunque eso era como irse a vivir al campo, no se consideraba muy lejos pues ya existían la carretera a Envigado, actual carrera 43B, y el tranvía, que pasaba por esta misma calle. A Jaime Bemal, sin embargo, no le gustaba el campo porque según decía “el campo empobrece, embrutece y ennegrece”; prefería su casa del Centro.
En Villa Carlota vivieron hasta 1978 cuyos predios se fueron reduciendo paulatinamente con los pagos de valorización por las distintas vías de El Poblado, tales como las transversales y la avenida. El actual Vivero Municipal era un predio de la finca que fue cedido al municipio como pago de una de tales valorizaciones.
En los años 80 Villa Carlota, como en el resto de El Poblado, vivió el boom de la construcción. A los predios de la antigua finca y de las fincas vecinas empezaron a llegar los condominios y las oficinas. Pinar del Río, Colinas de El Poblado, Parques de Villa Carlota y más recientemente Alcalá, son algunos de ellos.
La casa de la finca siguió en manos de sus dueños originales quienes la arrendaron. Los inquilinos pusieron el restaurante Shangai. Uno de los dueños del restaurante falleció y el socio devolvió la antigua casa de familia pintada de rojo y negro y llena de budas.
Después fue arrendada de nuevo y desde entonces funciona allí el Claustro de Villa Carlota el cual es uno de los referentes del barrio hoy en día.
Alli hubo explotación minera
El territorio que hoy se conoce como el barrio Villa Carlota no es exactamente el mismo de la antigua finca del mismo nombre. Otras fincas vecinas con el tiempo se convirtieron en parte de este barrio, aunque allí todavía se conservan casas de aquella época, habitadas por sus dueños originales. Una de esas es la de Martín Montoya, ubicada sobre la carrera 43B. Don Martín conserva una copia de la escritura de esa propiedad, registrada en el Estado Soberano de Antioquia, perteneciente a los Estados Unidos de Colombia, el 20 de febrero de 1880, frente al Notario Io, Juan B. Zea. Esta casa aún hoy se conserva en buena parte como está descrita en esa escritura, con su fuente de agua, sus pájaros y sus ardillas.
Martín Montoya vivió antes en una casa ubicada donde hoy es el Banco Ganadero de la calle 1. Esta la vendió porque “el sector no progresaba”: le tocaba caminar desde allí hasta el Parque para poder tomar el tranvía o un bus. Eso lo motivó para trasladarse a la casa de la 43B, mucho más central en ese tiempo, años 50.
El es escritor y cuenta en un inédito libro suyo sobre distintos temas de El Poblado antiguo, cómo era por esos tiempos el sector de Villa Carlota: “El progreso de El Poblado acabó con las inundaciones, rastrojos y cañaduzales; con el famoso burro. Hasta su dueño pasó a la historia. Los muchachos olvidaron las caucheras y cerbatanas porque hoy, a Dios gracias, llegaron los deportes.
El río con sus curvas serpenteadas y debajo de los guaduales y carrizos, cabalgando en sus aguas, las balsas que bajaban de Sabaneta y Envigado con su carga para dejarla en el puente de San Juan donde quedaba la Feria de Ganado. En pocos años se transformó El Poblado. Aquella playa de la juventud hoy cubierta bajo techo… el río canalizado; La Poblada, La Chorrera cubierta hasta el río, de la que contaban los viejos fue explotación minera en tiempos de la Colonia, en los contornos donde se levantan los edificios Alcalá y la torre pintoresca de Piemonte. Los viejos patriarcales de El Poblado se fueron acabando y los herederos vendiendo las casas coloniales para dar cabida a modernos conglomerados residenciales. Sí, el progreso dejando el pasado para la historia”.