| El Proyecto Ágora es liderado por Canal U, la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia y las universidades socias de Canal U: Universidad de Medellín, Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín, Universidad Cooperativa de Colombia, Universidad de Antioquia y Sena Regional Antioquia. Cuenta con el apoyo comprometido del IDEA, la Gobernación de Antioquia, la Universidad Pontificia Bolivariana, la Universidad EAFIT y la Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia. Presentación Por: Eduardo Domínguez Gómez I. “La mejor garantía para el respeto a los demás, el reconocimiento mutuo y el ejercicio de la libre expresión, está constituida por el conocimiento que tengamos acerca de los contenidos ideológicos que están en el trasfondo de toda opinión entre los seres humanos. Las ideologías, como sistemas de ideas que hacen parte de las estructuras mentales de los pueblos han acompañado a los seres humanos desde que se conocen sus capacidades de razonamiento, de ensoñación e intención. Son imprescindibles y tienen la función de ayudar a orientar los pensamientos en la vida diaria y a tomar decisiones para la acción. Cuando alguien decide apoyar o estar en contra de un proyecto político, moral, religioso, o artístico, lo hace movido por unas convicciones que en su conciencia le dan respaldo para actuar en consecuencia. Conocer esos móviles, sus componentes básicos, su procedencia histórica, sus principales representantes en el mundo, y las transformaciones en el tiempo, nos permite reconocernos como seres de pensamientos cambiantes, siempre en reconstrucción, contradictorios y paradójicos, como es la condición humana. II. Desde 1989, los sucesos vertiginosos en el mundo comunista iniciaron el final de la Guerra Fría y alentaron ilusiones con respecto a la posibilidad de la finalización de las ideologías y sus enfrentamientos en el mundo contemporáneo. Tal anhelo que parecía más una consigna, fue tratado de explicar por filósofos y analistas políticos. Los más célebres entre ellos: Francis Fukuyama, y Samuel Huntington, en Estados Unidos, y Francois Lyotard, en Francia. Desde distintos puntos de vista, el primero afirmó “el fin de las ideologías”; el segundo, “un choque de civilizaciones” y el tercero “La muerte de los metarrelatos”. Los tres coincidieron, con distintos estilos literarios, en que la democracia, concebida a la manera del mundo occidental, promovida, cuidada e impuesta en el orbe por los países capitalistas, con los Estados Unidos al frente, se erigía como la alternativa única y excluyente que dejaba sin piso cualquier otra opción. Desde entonces se fortaleció por el mundo una concepción, heredada del siglo XIX, según la cual una ideología es una falsa representación, una distorsión del mundo real y una estrategia de engaño de los grupos dominantes para mantener un orden establecido. Una falsa conciencia que enajena a los individuos, les hace perder su personalidad, su libertad y su autenticidad en beneficio de la servidumbre, el gregarismo y el mantenimiento del estado de cosas. Tal concepción ha provocado dos conclusiones que los historiadores de las ideas, de la política y de las mentalidades no aceptamos como válidas: 1. Que se deben rechazar las ideologías porque son inconvenientes para la libertad humana. 2. Que la democracia no es una ideología sino un sistema político objetivo, producto del desarrollo histórico que impone a la humanidad la única forma de vida conveniente e inobjetable. Ambas consecuencias, a su vez, generan concepciones y acciones que ponen en riesgo una gran cantidad de principios políticos y de valores morales conquistados en distintas partes del planeta durante los últimos tres siglos: pluralidad, diversidad, tolerancia, transacción, pactos. En cambio, aceptar esas dos conclusiones ha hecho que el acento para defender la Democracia se esté poniendo más en las armas porque no se encuentra razón válida para que sea objetada: Si la historia la impuso, la fuerza habrá de mantenerla parece ser la consigna de un nuevo fundamentalismo. Estamos ante la gran paradoja del comienzo de milenio: la democracia carcomiéndose a sí misma por imposición del destino histórico; de sus entrañas sale la ponzoña que le clava el veneno de la intolerancia que sólo puede perpetuarse por la fuerza de las armas, no de los argumentos. Tal paradoja no sólo es un contrasentido en el campo del conocimiento, es inconveniente desde el punto de vista político. Con argumentos que no se corresponden con la verdad histórica se abre paso la promoción del pensamiento unánime. Crea la ilusión de que el ser humano puede carecer de ideologías y que es posible el acuerdo total. Ya una versión similar fue ensayada entre 1920 y 1945 en Europa, y entre 1917 y 1989 en Rusia y otros países, con los resultados desastrosos que todos conocemos. Pensar que hoy la única triunfadora legítima es la Democracia occidental y el único modo de vivir bien es el libre juego del mercado para productos, servicios y capitales, sumergidos en un proceso de industria cultural sin límites que produce símbolos para ser vendidos y se les valora sólo por ser consumidos, es una gran trampa que nos impide ampliar los horizontes y nos condena al papel de consumidores resignados y autosatisfechos. Urge buscar un antídoto para el mal: una prueba histórica de que el ser humano es un ser de ideologías. Que su vida en comunidades y sociedades no es posible sin sistemas de ideas que les permitan entender el mundo e intervenirlo, diseñar ritos, ceremonias, protocolos y pactos que congreguen, y disfrutar de la naturaleza y la cultura sin estar aferrados a una sola manera de ver las cosas”. Canal U emite la serie de televisión de Ágora en los siguientes horarios: Lunes: 830p.m. con repetición los miércoles a las 7:00p.m. y los domingos a las 10:00p.m. Director General Proyecto Ágora: Historia de la Ideologías Políticas. Profesor Titular Facultad de Comunicaciones, Universidad de Antioquia. Historiador, Universidad de Antioquia. Magíster en Historia, Universidad Nacional de Colombia. Director de Investigaciones, U. Pontificia Bolivariana 1995-2001. Director del Grupo de Investigaciones Comunicación, Periodismo y Sociedad, Facultad de Comunicaciones. Miembro de la Academia Antioqueña de Historia. Áreas de actuación: Historia de las Ideas y las Mentalidades, Representaciones Colectivas, Tratamiento Periodístico de la Información y Pensamiento Complejo. | |