Por Saúl Álvarez Lara
En los libros se encuentran todas las historias y cada uno es un laberinto de sorpresas. Quizá como La biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, una librería es un complejo de galerías trazadas por las páginas de los libros. Una librería es un lugar donde uno sabe cómo y cuándo entra, pero ignora cómo y cuándo sale. Las paredes tapizadas de libros no permiten la circulación veloz, hay que detenerse, mirar los libros, acercarse, en ocasiones con temor, pero, en general, con curiosidad y muchas veces con emoción. Hay que tocar los libros, acariciarlos, abrirlos, ojearlos y hojearlos, leer algunos párrafos o, si tienen ilustraciones, deleitarse con los colores y los dibujos. Uno puede detenerse cuantas veces quiera frente a cuanto libro encuentre, las cubiertas son imanes que atraen con sus imágenes y títulos llamativos. De uno a otro pasadizo y quizá por secciones, el visitante encuentra libros de literatura, novela, cuento, poesía, crónica, ensayo, y, también, más allá o en el pasadizo vecino, libros de sociología, política, historia, administración o filosofía. Incluso, en un lugar especial de la librería y en ediciones preciosas, los libros infantiles y juveniles son mayoría. Los libros son una tecnología perfecta: es posible adelantarse, buscar en las páginas de atrás, resaltar. Se pueden cerrar y abrir sin temor, no cambian. Y cuando el aroma del papel y la tinta, y en algunos casos del tiempo, apunta desde las hojas de un libro abierto, la emoción de tenerlos a mano aparece.
Por supuesto, los pasadizos no siempre están despejados, otros visitantes interesados en navegar, podemos utilizar el término, entre hojas y letras están por allí, en general hablan sobre el libro que buscan, o el que esperan encontrar y como todos están abiertos a la sorpresa, las conversaciones se extienden y llegan a convertirse en encuentros que, para estímulo de los visitantes, se hacen al pie de la letra, a la misma hora y día de cada mes.
Gloria Melo González
El párrafo anterior es un corto inventario de la fascinación a la que se expone quien vive al pie de la letra. Veintidós años hace que las hermanas Gloria y Blanca Melo González viven Al pie de la letra, la librería que con la inauguración del Museo de Arte Moderno de Medellín abrió una nueva sede en las instalaciones ampliadas del Museo, en la misma esquina donde antes estaba la Tienda, visible desde la plazoleta frente a la anterior entrada y desde la avenida Las Vegas.
Blanca Melo González
Hace veintidós años empezó Al pie de la letra, en Brasilia, en el barrio Suramericana, en Otrabanda, en el mismo local donde estaba La Mesa del Silencio. Cuando ellos dejaron el local, Al pie de la letra lo ocupó, corría el año 1993 y un grupo de amigos, entre quienes estaba Moisés Melo, decidió poner una librería en Medellín. Las hermanas Gloria y Blanca entraron como socias en esa librería que se llamó desde el primer día Al pie de la letra. En los primeros años tuvo una sede en Oviedo y también una sucursal en Bogotá, pero la distancia hacía difícil la presencia y la cerraron. Después vino una repartición entre los socios, unos se quedaron con la librería de Oviedo que se llamó La Balsa y las hermanas Melo, con Al pie de la letra, en Brasilia.
“Una librería es una empresa difícil si uno cree que se va a hacer rico con ella”, dice Blanca Melo. “Creo que una librería del tamaño de Al pie de la letra da con qué vivir decorosamente y da empleo. No se puede pensar en nada más allá”, y por supuesto, agrega, “hay que contar con las satisfacciones que vienen con los libros”. Luego dice: “El valor diferencial de una librería como Al pie de la letra, está en la selección de los libros, nosotros no tenemos el bestseller de moda o el último libro de autoayuda, nuestra propuesta está en la literatura, las ciencias sociales, en obras muy escogidas de filosofía, sociología, historia o antropología. Además del espacio que dedicamos a los libros para niños y adolescentes donde hemos encontrado lectores que con el paso de los años siguen frecuentando los libros. El otro punto importante es el contacto directo con la persona que viene en busca de un libro. Nunca aconsejamos a nadie de buenas a primeras, tenemos mucho respeto por quienes vienen a la librería, la recorren y observan los libros uno tras otro. Pero si alguien pregunta nos atrevemos a aconsejarle autores que puedan ampliar su interés y puedo decir que casi nunca nos equivocamos”.
Al pie de la letra tiene amigos incondicionales con quienes organiza el último viernes de cada mes Las lecturas de los viernes. Cada lectura responde a una selección de temas que se hace desde enero para todo el año, allí se leen textos de los asistentes o de autores que traten el tema propuesto para la sesión. El único requisito es que no sean textos largos. En tiempos donde se habla de bajos índices de lectura en el país, Al pie de la letra hace amigos a través de los libros y la lectura. No es fácil. Nada es fácil. Pero las hermanas Melo lo hacen.
Por su dedicación a los nuevos lectores Al pie de la letra está en La Fiesta del Libro, en compañía de la Editorial Babel, en la organización del Salón del Libro Infantil y Juvenil. Un espacio pleno de sorpresas, como siempre sucede al pie de la letra.